jueves, 31 de octubre de 2013

De ‘Joala’, al “café para todos”



Hemos dejado a Sabino Arana en su etapa ‘españolista’, coincidente con su fase terminal vital. El separatismo declarado no era práctico, daba problemas legales y espantaba mucha clientela. Pero lo más desconcertante era la idea de sacrificar el PNV, un partido en cierto auge, en favor de una quimera.
Que el hombre tuvo una intuición o corazonada de las suyas, repentina, de eso no cabe duda. Pero no la concretó en  ningún proyecto de nuevo partido no separatista. «Tengan fe en mí, déjenme hacer, pido un voto de confianza…» Esto, con los rumores sobre el desahucio médico del líder, desorienta a su gente y la divide [1].
Los más adictos sabinianos se van haciendo a la idea de su orfandad, asimilando a duras penas la creación de un partido o comunión vasco-españolista. En manos del continuista Ángel Zabala por supuesta delegación unipersonal del jefe moribundo!),  el PNV seguirá vivo. Hubo otras derivas y siglas nuevas. El nacionalismo vasco empieza a tener ideólogos.
Pero sin duda, la propuesta más imaginativa, y la más interesante a día de hoy, es la contenida en una carta dirigida a Engracio Aranzadi el 7-12-1903, a pocos días de morir Sabino, aunque el documento adjunto lleva fecha de 22 de agosto anterior. Firmaba simplemente Arriandiaga.
José de Arriandiaga Larrínaga (Mundaca, 1856-1923) fue más conocido por su acrónimo ‘Joala’.
¿Y quién era Joala? Un sabiniano devoto y luego disidente del Partido. Se sabe de él, sobre todo, por las necrológicas a su muerte, más sus artículos polémicos y reseñas periodísticas de sus intervenciones públicas [2].
Fue hombre inteligente y a la vez juguetón y sofista. Apuesto y elegante. Médico  titular de su Mundaca natal, profesó una medicina heterodoxa, impugnando la vacuna,  la farmacia y demás artificios de la Ciencia, en favor de una higiene y terapia naturista. Su erudición y humor  cuodlibetal le permitía disputar variada y copiosamente, sin despreciar técnicas de charlatán nato, con ribetes de provocador. Fue, sobre todo, otro iluminado entusiasta del divino Maestro, aunque tal vez algo frívolo si, como vamos a ver, al principio hizo poco caso de la doctrina esotérica crucial que dijo haber recibido [3].
Lo estupendo para nosotros es que ‘Arriandi’ –como llamaba Sabino  en confianza a este discípulo amado entre sus otros seguidores galenos–atribuyó al Maestro un plan profético, que muchas décadas después se está cumpliendo. Hoy, a un siglo de distancia, el análisis de Joala sorprende doblemente: por la marginación del documento y por su maquiavelismo [4].
Joala sostenía que la idea del viraje estratégico no la concibió Sabino en la cárcel, ni por efecto del encierro, sino que la venía gestando de años atrás. Lo cual tenía su punto de apoyo, ya que desde su entrada en sociedad política como diputado (lo hemos visto), Arana fue limando algunas aristas e intemperancias de su etapa inicial.  Bien entendido, sin ceder un ápice en sus convicciones más radicales [5].
Ahora bien,  Joala –hombre, por lo demás, sin apetito de poder– se postula como albacea doctrinal del Maestro. Es más, plantea la desaparición del líder como escenario religioso bíblico, como la Iglesia naciente de Jerusalén al faltar Jesús. Más que nunca, Sabino glorioso es un ‘alter Christus’.  Lo afirma expresamente en la referida carta, en expresiones como sacadas del Evangelio de San Juan:
«Él fue, él es y él será y no ningún otro el Verbo nacionalista hecho carne… Él es el Nacionalismo y el Nacionalismo es él [...] Vino al mundo a enseñárnoslo a los vascos para redimirles de la esclavitud del latino, al modo que Jesús vino a redimir a todos los humanos de la esclavitud del mal. Es pues, un Jesús vasco».
El Verbo encarnado, el Jesús vasco. Esa mitificación sirve al sofista Joala como coartada para dar cuerpo al testamento informe del Maestro. Pero antes hay que tapar la boca a Luis Arana, que ha llegado a soltar la especie de que Sabino estaba loco. Joala lo desmiente, incluso tratando de persuadir al propio Luis (15-12-1903). De paso nos hacemos una idea de los dimes y diretes que se traían en privado los cabecillas del partido, sin sentarse juntos a una mesa salvo para comer:
Querido Luis: En este momento, siete de la noche, he quedado sorprendido al oír a Ispizua que acaba de recibir una carta de V. censurándole que me hubiese dicho que V. preguntó a Grijalba, cuando lo de la evolución, que se fijase si D. Sabino estaba o no loco.
Dispénseme V. que discrepe por completo del sentido que ha dado V. a tal revelación de Ispizua. No hay motivo para censura alguna, y sí, para agradecimiento.
V. no dijo aquello de hermano a hermano, sino de un nacionalista a su jefe; no fue, pues, una declaración de orden afectivo, sino puramente político y, en este orden considerado, Ispizua cumplió con su deber al habérmelo dicho a mí, que, por otra parte, soy el único a quien se lo ha dicho.
Y he dicho que ha cumplido, porque, merced al acuerdo con que ha obrado quedará disipado el error en que se hallaba V. de que la idea de la evolución hubiese tenido su germen en la cárcel.
Me chocó mucho que D. Sabino no se lo hubiese a V. comunicado particularmente antes de publicarlo, y de ahí que la cuenta que me eché fue ésta: yo soy el único que sabe que D. Sabino pensaba en la evolución 4 ó 6 meses antes de su encarcelación; luego todo el mundo cree que claudicó, que fue débil, que pospuso el interés del nacionalismo al deseo de salir de la cárcel y vivir tranquilo en adelante. ¿Qué efectos produciría este error? Los del rebajamiento de su memoria, y si no, antes de 2 ó 4 meses hemos de ver que saldrá por ahí Chimbo u otro diciéndonos que todo eso de entereza y constancia, y que si sacrificó su vida por la idea nacionalista, es pura falsedad, puesto que la idea de la evolución así lo demuestra.
Parte V. de un punto falso: del de considerarse hermano de D. Sabino y no es así, y tan no lo es que no era de su hermano de quien hacía V. esa apreciación, sino del hombre político. Creo que V., Aranzadi, Ispizua, Ángel y yo estamos en el deber de hacer público lo siguiente: que la idea de la evolución la tenía ya pensada D. Sabino independientemente de toda cobardía de alma, puesto que se hallaba ajeno a toda sospecha de encarcelamiento cuando me lo dijo a mí.
Si este bien hacemos será debido a que V. dijo aquello, y a que Ispizua me lo dijo a mí. Y he aquí que el dicho de V. servirá de honor a D. Sabino, en virtud de que yo me habría servido de él para considerarme en el deber de dar a conocer la verdad antes que comiencen las malas interpretaciones.
Su correligionario en Jel".
Esta carta lo mismo dice una cosa que su contraria. Si Luis no estuvo enterado, debió estarlo; y a vista de la debacle, lo primero es rehabilitar la memoria maltrecha de Sabino Arana.
Volvamos ahora a la otra carta, la del día siete a Engracio de Aranzadi.  
Antes de entrar en materia, Joala hace a su correligionario un par de ‘advertencias’ preparatorias:
1. Sabino no dejo programa para su proyecto vasco-españolista, y sin programa no hay partido.
2. En cuanto Joala supo (por el periódico ‘Patria’) que el PNV quedaba en manos de Zabala, se fue a Guernica a comprobar si con la jefatura Sabino le había transmitido también el plan. «Pero ante el temor de que lo tuviera en secreto, se me ocurrió llevarle este escrito y leérselo y fijarme bien en las prendas que pudiera soltar. Pero se sostuvo en que nada sabía, y nada saqué».
Así pues, el aprendiz de brujo tiene campo libre para largar sus especulaciones ‘sabinianas’. Un poco como los primeros gnósticos cristianos en la nueva revelación del Espíritu Santo.
Sobre la evolución al españolismo
«¿A qué obedece, en D. Sabino, la determinación de matar un partido y fundar otro? ¿Al deseo de salir bien de la causa de que se hallaba pendiente? No; puesto que en diciembre, o sea cuatro o seis meses antes de su encarcelación, me dijo que, dentro de poco tiempo, íbamos a convertirnos en españolistas, y que, para ello, iba a dar a luz un Programa, el cual, según él creía, haría mucho ruido entre gallegos, asturianos, etc. y sería por ellos aceptado con mil amores; esto aparte de que en el País Vasco haría el efecto de convertir en nacionalistas a todos, que era lo principal. Mucha fue la viveza con que me hizo esta revelación.
Le pregunté entonces si ese Programa sería como el catalanista de Manresa, y se me rió porque, sin duda, supuso que yo me formaba una idea muy desventajosa de su futura obra.
Procuré, a fuerza de preguntas, enterarme de algo, pero no obtuve más que estas dos respuestas:  
–una, que sean jueces en cada país sus hijos y no los extraños; y
–otra, que el servicio militar sea cumplido sin salir del país de cada uno;


y súbitamente se calló, como pesaroso de haber soltado prenda. [...]»
Hombre, Dr. Joala: Sabino se pudo callar porque no se sentía nada bien. Pero en efecto, eran dos pistas muy en su línea: justicia propia y milicia propia; como pudo añadir escuela e iglesia propia, lengua propia etc. Pues bien, todo esto
« … cuatro o seis meses antes de su encierro ya lo sabía yo, aunque ello nada me dio que pensar, puesto que no analicé debidamente sus palabras, “vamos a convertirnos en españolistas”, pues no se me ocurrió que el Nacionalismo padeciera algo violento, y mucho menos que se tratase de su muerte, sino que, al fin y al cabo, se trataba de un ardid que, como brotaba de tan privilegiado cerebro, había de ser ingenioso.
Así es que, cuando desde la cárcel participó en ‘La Patria’ que había llegado el día de dejar de ser nacionalistas para convertirnos en españolistas, me quedé tan sorprendido como si nada hubiera sabido de antes.»
Lo lógico habría sido caer en la cuenta de lo ya oído aunque no bien entendido. Pues no, Joala se hace de nuevas como todo el mundo. Todo este relato esta preñado de reminiscencia bíblica: aquello de que los discípulos no entendieron muchas cláusulas del testamento del Señor, y las olvidaron.
«En Bilbao, dicho se está, produjo también una extrañeza considerable, y el pobre hombre se puso inquieto y nervioso.
«¡Confíen en mí, confíen en mí, y antes de cinco años han de ir viendo los resultados del nuevo Programa!” En la cárcel le oí estas palabras. Y no ha dado más explicaciones.
Hemos, pues, frente a un geroglífico. Voy a intentar descifrarlo.»

(*)
Joala parte del supuesto de que el Verbo encarnado no puede contradecirse. Si el primer Sabino predicó ‘nacionalismo’, el último Sabino no pudo enseñar lo contrario. Sería como convertirse el mismo a una nueva verdad. Y dice más: el Maestro era tan de piñón fijo, que ni estando errado le movía nadie de sus trece. (No perdamos la metáfora de la víbora y su veneno, que queda de lo más gráfico.) Todo ello envuelto en lenguaje místico, y hasta en Teología bizantina:
«Nada de eso. Él fue, él es y él será, y no otro ninguno, el Verbo nacionalista hecho carne.
Aunque el nacionalismo fuere un error, él nunca lo llegaría a comprender. No podrá, por lo tanto, abominarlo, como la víbora jamás comprenderá que su veneno no sea un elemento esencial de sí mismo, un pedazo de su vida, a pesar de no ser un bien para los demás.
El Nacionalismo es, pues, en él, su propia naturaleza: él es Nacionalismo, y el Nacionalismo es él. Vino al mundo a enseñárnoslo a los vascos para redimirles [sic] de la esclavitud del latino, al modo que Jesús vino a redimir a todos los humanos de la esclavitud del mal. Es, pués, un Jesús vasco.»
Firme en su fe, Joala se dispone a reconstruir el testamento de Sabino:
«¿Cuáles son los futuros propósitos del Partido Nacionalista?
Lanzarse a la guerra, como unico medio, en demanda del triunfo; pero para ello necesitaba dos cosas:
1ª. Propagación de doctrina; y 2ª. en consecuencia, formación de ejército.»
Es notable que Joala empieze por considerar la salida bélica, aunque sea para descartarla. Realmente el potencial y la moral del ejército español estaba bajo mínimos, tras la derrota ante Estados Unidos. No es nada improbable que estrategas de salón –muchos de ellos antiguos militares carlistas– respirasen aliento bélico, y hasta susurrasen en el reservado del bachoqui o del Centro Vasco sus conocimiento de estrategia y táctica, mientras echaban la partida de mus. Joala, por su parte, lo ve descabellado: el Partido no cuenta con suficientes adeptos ni con ejército a corto ni medio plazo:
«Propaganda de doctrina.– Más de diez años que se la cultiva, ¿y qué prosélitos ha adquirido? 8.000, 10.000, 15.000; total, una miseria.
Es evidente que, al paso que vamos, se habrían menester 30, 40, 100 o más años para lograr que, así como la mayoría del País llegó en un tiempo a ser carlista, llegase a ser nacionalista. Y dada la invasión que de día en día se acentúa, ¿habría ya vascos dentro de cien años? [...]
Formación de ejército.– Sólo parte de Bizcaya conoce el nacionalismo; en cambio, ni Guipzkoa, ni Nabarra, ni Alaba lo conocen. ¿Cuánto tiempo se necesitará para que lo conocieran las cuatro y llegasen a formar cuatro respectivos ejércitos nacionalistas, a la manera que conocieron el carlismo y formaron cuatro respectivos ejércitos carlistas?
Además: ¿Qué ejército sería indispensable para conseguir la independencia? Cuando menos, de 30 a 40.000 hombres; y, aun con ello, ¿se conseguiría lo deseado? (Y no hablo más que del País vasco-peninsular, pues si incluyésemos el Pirenaico sería la empresa infinitamente más imposible.) [...]»
El prudente Joala no tiene en cuenta eventuales ayudas internacionales. Ni siquiera contempla el sueño de Sabino: una Euzkadi libre bajo protectorado británico. Ahora bien, si el problema es la desproporción entre el País vasco y la España opresora, estudiemos una estrategia que les iguale:
«¿Cómo? Dándole un plan político a España que lo divida en trozos mil, haciéndole perder la cohesión que entre sus regiones existe. Y para ello se vale D. Sabino de un Programa titulado, al menos por ahora, vasco-españolista…
Y esa es la evolución al Españolismo
¿Que cómo? Pues deseando que el regionalismo prospere en nuestro País y cunda por España, estableciéndose pleitos y contiendas entre las diversas regiones, o aislándose unas de otras, de modo tal que no les importe la totalidad de España.»
Sabino/Joala acaba de descubrir el Estado de la Autonomías, el reparto de España en reinos de taifas, el vaciamiento del Estado.
«...propaguemos el regionalimo vasco-españolista, para que sea engendrador de 10, 20 0 más regionalismos españoles, y para que forme entre nosotros la deseada unión vasca que, fácilmente, por miras egoístas, habría de ser convertida en separatismo vasco.»
«Empecemos nosotros a ser regionalistas, y al ver nuestro hermoso Programa (porque de que será hermoso no hay duda) ha de cundir, también entre ellos, el mismo espíritu, y de ese modo ha de conseguirse la debilitación del conjunto hispano, y se nos ofrecerán coyunturas para ir intensificando más y más nuestro regionalismo, hasta llegar a renegar de toda unión con las DEMÁS (no se ría Usted) regiones españolas; y el poder que nos nos opone y que hace imposible nuestra independencia, se vendría por los suelos. [...]
No son los españoles capaces de concebir un plan como será el vasco-españolista. Démosles, pues, y además incitémosles a que lo pongan en práctica: es decir, hagámonos españolistas, para poder dejar de serlo algún día. [...]
Seamos, pues, españolistas con toda nuestra alma; consideremos a nuestro País como porción de un todo llamado España, y demos a ese todo un plan político que sea provechoso a nuestro Nacionalismo.»
Y concluye, mirando ya de puertas adentro, evocando de nuevo la metáfora paulina de la semilla, proceso de ‘muerte y transfiguración’:
«Si conseguimos ese regionalismo español, no será menester que inculquemos doctrinas nacionalistas a los vascos: ello de por sí, por egoísmo y no por razones de raza y de historia, habrían de pretender el separatismo… ¡Muera, pues, el Nacionalismo, porque de su muerte surgirá el Separatismo y, por consiguiente, el Nacionalismo!
¿Habré acertado con el pensamiento del gran Arana Goiri?»
Firmado: Arriandiaga.
En 1904, respondiendo a un folleto polémico, ‘Cartas a un bizkaitarra furibundo’, Joala hizo publicar en Méjico otro, ‘Respuesta a un españolista. Primera Parte’, recopilación de artículos aparecidos en ‘Patria’. Decomisada en la Aduana de Bilbao una caja de ejemplares, el folleto mejicano fue denunciado, y en diciembre del mismo año José Arriandiaga y Ángel Zabala ingresaban en prisión, hasta que Sota interpuso su influencia en Madrid para obtener su indulto, a fines de enero de 1905.
En 1905, a cuenta de la renovación del Concierto Económico, el puritano Joala abandona el Partido. Su base era que los conciertos (suprimido el Fuero) eran meras concesiones de España, y aceptarlos como lo hacía el PNV implicaba reconocer por vía de hecho la españolidad de Euzkadi.
Desde 1921 se convierte en animador de ‘Aberri’ (La Patria), joven facción radical escindida de la Comunión Nacionalista Vasca.
Falleció en su Mundaca natal, el 8 de julio de 1923, a los 67 años. Enfermo de gripe, se le achacó haber rechazado el tratamiento ortodoxo de sus colegas, aferrándose a su naturismo. Es de suponer que, como médico titular de su patria chica, no llevara tan lejos sus convicciones con sus pacientes.


Aun publicado, como hemos visto, el texto de Arriandiaga, quedará arrumbado por muchos años. Lo que no significa que todo el mundo lo olvidase.
La II República, para exorcizar el separatismo,  decide embridar a los nacionalismos ‘históricos’ con respectivos estatutos de autonomía, aunque sólo llega a aprobar los de Cataluña y País Vasco. Pero es obvio que ni con eso, y menos bajo el régimen de Franco, tenía sentido especular con el maquiavelismo joala-sabiniano. Será en la Transición democrática cuando, con opuesta intención y desde los antípodas del nacionalismo, emerja la doctrina del ‘café para todos’.
El 29 de diciembre de 1978 –el mismo día que se publicaba la Constitución Española– el proyecto de Estatuto Vasco llegaba volando (literalmente) a Madrid, registrándose como el primero presentado a las Cámaras, en concurrencia con el catalán. La España de las Autonomías había empezado a tomar cuerpo. Sin querer, sin darse cuenta, un país confiado emprendía alegremente una aventura cara, y a la larga peligrosa para su integridad histórica.

Patente de Sabino Arana. Doctrina y profecía del Maestro, en su evangelio según Joala.


FIN
______________________________________
[1] Recordemos. Sabino muere el 25 de noviembre de 1203. Han pasado 17 meses desde que apareció su artículo, ‘Grave y trascendental’, primera campanada cierta de su viraje político. Desde enero de 1903 vive postrado en Pedernales. En marzo se agotó su mandato de diputado. Obviamente no ha vuelto a presentarse, pero en su lugar han salido dos, uno de ellos su íntimo Ángel Zabala, ‘Kondaño’. A éste nombra sucesor en la jefatura del Partido (30 de septiembre). Todavía en abril tiene el moribundo la satisfacción de ver publicada su última obra, el melodrama ‘Libe’.
[2] Éste segundo, en HNVD, 3: 353-355. En él se basa el artículo de la ‘Enciclopedia Auñamendi’, por Idoia Estornés.
[3] La idea de Joala no trasciende hasta 1922, en el contexto de una polémica entre ‘Kizkitza’, es decir Aranzadi, y ‘Kondaño’, alias de Zabala, cabeza del PNV. El primero publica en el ‘Euzkadi’ de 23 de julio el artículo ‘El inconmensurable Joala ante la evolución españolista’, donde incluye y da a conocer la vieja carta y plan de Joala. Éste tercia cinco días después en el mismo periódico con una carta abierta, agradeciendo y celebrando aquella revelación importantísima (¡que él mismo tenía olvidada!), y de paso dándose pisto y misterio, a su aire:
«Me he alegrado mucho de que la haya usted publicado, porque nadie, ni su hermano D. Luis…, sabía que D. Sabino tuviese esa idea antes de su última encarcelación, y se sospechaba que se la hubiese engendrado el miedo. Hasta yo mismo me hallaba ajeno de saberlo, puesto que no saqué copia de esa mi carta y se me había ido de la memoria. Repito, pues, que me he alegrado mucho de que la haya usted publicado.
En ella traté de inquirir por tres o cuatro revelaciones, por palabra y por escrito, de D. Sabino, y por raciocinio, cuál hubiera sido la causa de su nueva decisión, y lo atribuía a que, por ese medio, creía él que las fuerzas opresoras se disminuirían y las propias aumentarían, y que así podría conseguirse la independencia.
Y digo ahora: ¡error, error, gran error el mío! En efecto: haciendo memoria de conversaciones que con él tuve, y visto los sucesos que después de su muerte han venido ocurriendo, caí en cuenta que no fue ese el fundamento de su evolución, sino otro, otro, muy otro. Y… ¡detente, pluma mía.»  (HNVD, 3: 340).
[4] «Uno de los documentos, aunque inexplicablemente ignorado, más importantes de la historia reciente de España, como los acontecimientos políticos actuales demuestran» (Jesús Laínz, Escritos reaccionarios, pág. 55).
[5] Como tampoco imaginemos a un Arana mesurado en su nuevo papel. Bien al contrario, desde su primer día en la Diputación se señaló  como francotirador a la contra, votante único de sus propias propuestas, único también contra las ajenas. En unos años muy duros por la tensión social, y a la vez con muchos proyectos y realizaciones, un Arana ajeno a todo ello se dedicó al obstruccionismo distractivo, él a sus cosas y camorras, coreado a veces por gente suya que colmaba la tribuna del público. Véase Laura G. Corella, ‘Historia de Vizcaya a través de la Prensa’, t. 4 (1895-1906), como continuación de la ‘Historia de Bizcaya’ de Labayru’ (La Gran Enciclopedia Vasca, Bilbao, 1978, tomo XII,  págs. entre 235 y 492, passim («En la Corporación Provincial la oposición estaba personificada en Sabino de Arana, que parecía marchar  a contracorriente de todos sus compañeros de Corporación»; págs. 395-6).

(*) Ilustr. prop. de Edit. Txertoa: J.-Cl. Larronde, El Nacionalismo Vasco (1977)




lunes, 28 de octubre de 2013

‘Vae victis!’

Amaya Izko, del equipo letrado de Inés del Río Prada,
exulta por su victoria en Estrasburgo

He visto la manifestación de ayer y, como es lógico, no todo lo visto y oído me ha dejado buen cuerpo. Este género de expresión masiva de agraviados es de suyo ingrato. Y no tanto por la motivación triste, ni por la inevitable disparidad de criterios y sentimientos personales. Tampoco por la apatía del Gobierno de turno.
Es, sobre todo, porque movimientos reivindicativos como el de ayer están juzgados y condenados de antemano por quienes pontifican sobre ‘víctimas de uno y otro lado’, y sobre ‘proceso de paz irreversible, sin vencedores ni vencidos’. Y lo hacen  desde ese nivel de superioridad moral que sólo otorga el tener la razón de su parte, o el ser de izquierdas, o en fin, ir de cínico caradura. Y lo primero no es el caso.
Son los que reprochan a las víctimas y no tan víctimas, a quienes no comulgan con el buenismo progre como a talionistas despiadados, vengativos y rencorosos. ¡Ellos, a nosotros! Figúrese usted, sólo por un rato, estar en el punto de mira (Dios no quiera) de terroristas o nacionalistas radicales: va usted a enterarse de lo que es rencor y de lo que significa despiadado; va usted a ver (y padecer) lo que entienden ésos por reinsertar a disidentes como usted. Va usted a acordarse toda su vida de lo que dijo el bárbaro: «¡Ay de los vencidos!».
Y venga mantra de la reinserción como objetivo prioritario de la pena. Tanto así, que más parece un deber de la sociedad que del propio delincuente. Acaba de repetirlo por enésima vez el buruquide Joseba Egibar, aunque él se refiere a la «política penitenciaria».  Que por más que él lo enrede (o se le enrede en la cuerna frondosa), no es lo mismo que la filosofía del Código Penal.
[Bueno, Egibar va más allá, pues repudia el Pacto Antiterrorista por utilizar estratégicamente la política penitenciaria como «instrumento de persecución de las bandas criminales». Y claro, «si la política penitenciaria se concibe de esa manera, es evidente que olvida lo que es el objetivo de una política penitenciaria, que es la [sic] de resocializar o reinsertar»... Pero hombre, aunque así fuera, primero habrá que diseñar alguna estrategia para perseguir a los reinsertandos, máxime si operan como banda armada. Y para resocializarlos, antes habrá que echarles el guante.]
„O Straßburg, o Straßburg“
Nunca me gustó el ‘arreglo Parot’. Tampoco me gusta llamarlo ‘doctrina’, no sea que mañana otro día los nuevos licenciados en Derecho se figuren a Parot algo así como el rival de Beccaria.
A propósito, el lunes 25 de marzo escribí este comentario:
«El día 20 [de marzo] pasado, la llamada ‘doctrina Parot’, en la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, quedaba vista para sentencia…  A los Altos Magistrados de Estrasburgo el tema no les pilla de nuevas. Ellos saben perfectamente de qué va la cosa… Mis respetos y mejores deseos para un alto, Altísimo Tribunal, que por esta vez, inapelablemente, se retrata.»
Ya se ha retratado. Y en verdad que su arreglo del arreglo es bastante peor que el arreglo mismo. Dicho sea desde mi profanidad, pero eso sí, leída la sentencia de cabo a rabo, en su versión gala
Realmente elegante el francés, para estos menesteres. Fuera de eso, no hace falta mucha ciencia jurídica, sólo un poco de lógica, para ver y entender las incongruencias y hasta contradicciones en que incurre.
Dejo de lado el tranquillo, más propio de abogados picapleitos, apelando a lo ‘imprevisible’ por parte del reo, para meter con calzador la retroactividad supositicia. De ello se ocupa por extenso el juez G. Nicolaou en su ‘Opinión concordante’ (págs 55 y sigs.; ver n. 13). Que será ‘concordante’, pero les arrea a sus colegas en todo el hocico.
Por esa regla, el Gobierno de España no tiene derecho a exigir al reo nada a cambio de los beneficios penitenciarios. Nada de comprobar si hay fraude de ley; si realmente estudia o trabaja para redimir su pena. Basta con que el interno vaya trazando marcas con tiza en la pared, a beneficio del tiempo; porque cualquier otra cosa sería introducir un imprevisto en su rutina, y eso es retroactivo. Nada de sondear indicios de regeneración moral y capacidad de reinserción (arrepentimiento, colaboración con la justicia etc.), que eso es entrar retroactivamente en el jardín de lo imprevisible.
Otra curiosidad de una sentencia tan relacionada con el terrorismo. Ni una sola vez hallo tal palabra en las 69 páginas de la misma. ‘Terrorista’ sí, pero como sustantivo personal sólo dos veces, y las dos en textos de los jueces españoles disidentes de la ‘doctrina’, a saber, terrorista el propio Parot (n. 39, pág. 14 y n. 42, pág. 17). Ni una sola vez Inés del Río Prada es reconocida como terrorista por Estrasburgo.
De las ocho veces que se usa el término ‘terrorista’ como adjetivo, tres corresponden al texto del juez de Estrasburgo G. Nicolaou (‘actividades terroristas’, ‘violencia terrorista’, ‘crímenes terroristas’). Las otras cinco pertenecen a textos de la Justicia española (‘organización terrorista’, ‘infraccciones terroristas’, dos veces,  y ‘atentados terroristas’, otras dos). Ni una sola vez se moja la Gran Sala en el mar rojo del terrorismo.
El Fiscal Calparsoro
Y eso que el terrorismo de ETA debería importarles algo, si no por ser un crimen de Derecho internacional, al menos porque de algún modo lesiona derechos humanos de personas, unas como víctimas mortales, irreversibles (mejor que retroactivas), otras como perjudicados física, psíquica y moralmente. Y aquí va incluida la ciudadanía de bien, obligada a escuchar de boca de un Fiscal Superior, nada menos, que en nada puede ofenderles la vecindad en libertad de una ex asesina, «que lo ha sido sin duda, pero ya no lo es», y que «ha cumplido con la sociedad». A don Juan Calparsoro sólo le faltó añadir, ‘religiosamente’.
¡Cómo, que ha cumplido, quien sin haber resarcido a sus propias víctimas se permite reclamar y reclama a esa misma sociedad le resarza con 60 000 euros, por daños morales! Menos mal, los hombres sabios de Estrasburgo le dicen que no vale tanto, que con 30 000 va lista. Bien es verdad, tampoco le sugieren que emplee esa suma en paliar daños a derechos humanos que la perceptora ha causado y tiene pendientes.

La naturaleza terrorista del llamado ‘affaire Del Río Prada’ debería haber pesado algo más en Estrasburgo, también por otra razón. La mujer del ‘affaire’ no sale libre sola. Le sigue medio centenar de ‘affairés’ más, todos de la misma ralea.
Aquí en el País Vasco nadie, por lo visto, le debe nada a ETA. Pero ETA sigue existiendo, sigue emitiendo comunicados y sigue armada, por algo será. Está débil, cierto; pero la Gran Sala de Derechos Humanos acaba de doparla con una inyección vigorizante. Medio centenar de ‘legales’, que también han cumplido con la sociedad, y aunque ni se arrepienten ni colaboran, se reinsertan automáticamente, en olor de recibimientos, aplausos y homenajes, van a ser estos días la noticia. Muchos adolescentes y niños les verán como héroes a imitar.
Merçi bien, Strasbourg. Tu nombre de ciudad siempre me trae a la memoria el lied archifamoso, que mi vetusta antología alemana atribuía falsamente a Goethe:


O Straßburg, o Straßburg, du wunderschöne Stadt,
darinnen sind begraben so mannicher Soldat.


Bellísima ciudad, maravillosa, Estraburgo. Doy fe, porque te he visto. Y en adelante seguiré acordándome de tu canción; pero ya en versión más seudo goethiana (y no me refiero a la apropiación nazi):
darinnen liegt begraben das Recht und der Rechtsstaat.

Estrasburgo, Estrasburgo, peregrina ciudad,
do yacen sepultados Derecho y Equidad.