lunes, 11 de abril de 2011

Cuaresmas de muerte



Las Cuevas de los Moros (Quecedo de Valdivielso, Burgos)

Volver a las Cuevas de los Moros, o a las Cuevas de los Portugueses, es revivir siempre la misma experiencia frustrante: “¿es esto lo que parece?” La imaginación se dispara; la ‘loca de la casa’ –imaginaria definición teresiana–, cuyos excesos son de lo más parecido a la evidencia.
Las cuevas son dos conjuntos arqueológicos burgaleses en la margen izquierda del Alto Ebro muy próximos entre sí, que se pueden visitar en una misma escapada turística, y aun sobra tiempo para ver más curiosidades y maravillas.

Las ‘Cuevas de los Portugueses’
Las que llaman Cuevas de los Portugueses son un complejo de habitáculos rupestres en el desfiladero de la Horadada, donde arranca la carretera a Tartalés de Cilla. En un barranco, a uno y otro lado del torrente que baja de Tartalés a despeñarse en el Ebro, se suceden las covachuelas, muy alteradas por la ocupación portuguesa de obreros que trabajaron en obras hidráulicas a principios del siglo XX.
Escondidas por la maleza, se conservaron tal cual muchos años. Despejadas ahora, acondicionadas y señalizadas sin custodia, están a merced de visitantes no siempre respetuosos y a veces grafómanos. Algo más arriba, ya en el pueblo, se sitúa la Cueva de San Pedro, iglesita rupestre reducida casi a un ábside en herradura, visigótico o mejor mozárabe.
El conjunto se inscribe en el arco de edificios rupestres del Alto Ebro, y éste en particular se ha venido incluyendo entre los ‘eremitorios’ alto medievales de la zona. Sin embargo, en la línea secularizante actual, el cartel explicativo recoge como hipótesis alternativa una estación de trashumantes o seminómadas.
Cuevas de los Portugueses (Tartalés de Cilla, Burgos)
A mí me sigue gustando más la visión monacal. Borremos mentalmente la inmediata carretera y algún otro testigo del progreso técnico, y sin más nos vemos en un escenario de los Padres del Yermo, la Historia Lausíaca de Paladio, o la Historia Filotea de Teodoreto.
Aunque, mejor pensado, ¿qué más da? La presencia física de mujeres y niños tal vez no fuese tan turbadora como se la figuraban los monjes en sus trances oníricos. Y en cuanto a vida espartana, allá se andarían religiosos y seglares. La misma plegaria en boca de unos y otros: “Padre, el pan de hoy”.
Con todo, hay aquí algún detalle inquietante: alguna de las ‘viviendas’ no tiene más abertura que un ventanuco ovalado; y es muy posible que otras que hoy son portezuelas irregulares y bajas hayan sido ventanas recortadas o erosionadas. ¿Y qué tiene eso de inquietante? En seguida lo vemos.

Las ‘Cuevas de los Moros’
A diferencia de los ‘portugueses’, estos ‘moros’ son referente genérico popular. Referente por lo demás absurdo, en un valle como Valdivielso, con un imaginario ‘histórico’ de resistencia invicta a todo invasor, con especial ojeriza a la Medialuna. Sólo el godo fue bienvenido, como importador de nobleza, porque en definitiva aquí se presumió de godo, hasta que una nueva ola nobiliaria arribó de las Islas Casitéridas, en especial de Escocia. Hidalguía universal, en todo caso, marcando pauta a vascos foramontanos y otras gentes propincuas. Dígalo el viazcaíno Licenciado Poza, ¿no estuvo por aquí la mítica Iberia, gran urbe de catorce puertas, que si no viene descrita en la Biblia por Ezequiel fue porque lo dejó para otros visionarios, como nuestro don Andrés?
¡Pero qué digo, si estuvo Iberia por aquí! Debajo de los pies la tengo, aunque sólo el solar, porque del resto, el conquistador Julio Cesar no dejó ni las piedras. Sólo esta reliquia arqueológica, las mal llamadas cuevas, y peor de los moros ni moras. Una hilera de 14 oquedades rectangulares apaisadas excavadas a media altura de un estrato duro desnudo muy buzante, casi vertical, del sinclinal de la Tesla, entre los pueblos de Quecedo y Arroyo.
El paisaje es aquí todo lo contrario que en el eremitorio de la Horadada. Aquello, un barranco; esto, un paredón dominante y abierto al sur, al ancho valle. Allí, una aldea, una laura de vida; aquí, una comunidad de muerte.
Desde abajo se ven los huecos seguidos, como si alguno de los varios Hércules que desfilaron por aquí hubiese emprendido el trabajo de cortar el peñasco para llevárselo a otra parte.
Como de costumbre, traigo el altímetro sin calibrar, así que a ojo pongamos 700-750 m de altitud. Como de costumbre, la cámara casi sin batería, lo justo para unas tomas con luz de tarde.
Subir no es nada difícil, sabiendo la senda. Una vez arriba, la vista es soberbia, desde aquel farallón, que de pronto se ensancha un poco, en cortesía para con el pintor o el fotógrafo.
Bueno; pero en definitiva, ¿qué es todo esto? ¿Necrópolis, o algo más imaginativo? Quitando un par de huecos en el extremo oeste, erosionados o inacabados, que podrían ser sepulturas, el resto no encaja en la idea corriente de los enterramientos medievales. Como de costumbre, pude haber olvidado el metro, pero esta vez no ha sido así, lo que permite comprobar, más o menos, lo que figura en los libros; alrededor de 1,80 a 2 m x 0,70 x 0,60. La cueva primera (por el este) está más alta y mide más del doble que las demás. La siguen dos en pareja, una sobre otra. El resto, en hilera.
Para tumbas de la Edad Media, algo grandes parecen, y si fueron de moros, serían del Muzaraque y familia. Claro que pueden ser tumbas; pero desde que las vi –hace ya muchos años—, siempre me han sugerido un tipo muy especial: enterramiento en vida.

–¡Emparedamiento! Quite usted allá, buen hombre. Imposible.
–¿Se puede saber por qué?
–Verá: de entrada, el emparedamiento fue un fenómeno exclusivamente urbano…

Esta objeción sin vuelta de hoja, repetida y recopiada, tampoco falta en uno de los últimos libros publicados sobre el Valle de Valdivielso. Un caso más de confusión sobre el término emparedamiento.

Emparedados y emparedadas
‘Emparedar’ en lenguaje corriente es meter entre paredes, en recinto cerrado, como el convento o la cárcel. En latín, la immuratio, en la jerga inquisitorial, no era otra cosa que la pena de cárcel, que eso sí, podía ser perpetua. Una sosada para el magín romántico pre caldeado por los misterios conventuales, de modo que uno de los sustos que podía sufrir el visitante de una antigua abadía, en la novela gótica de terror, era el desprendimiento de un lienzo de pared, dejando a la intemperie la momia o esqueleto de un religioso o una monja emparedada a muerte por haber faltado a su voto.
Pero filfas aparte, lo del ‘fenómeno urbano’ es otra media verdad. En la Edad Media hubo conventos femeninos, como también parroquias, que tuvieron locales reservados a ‘encerradas’ o anacoretas, beatas que hacían vida ermitaña, solas o en compañía de otra religiosa o fámula. Hasta en monasterios masculinos hubo casos de emparedamiento femenino [1].
Este género de vida no era para cualquiera, y tratándose de mujeres los obispos aplicaron vigilancia especial, llegando a prohibírselo fuera del casco urbano, como fue el caso en Burgos, en el siglo XIV si mal no recuerdo. Las emparedadas finalmente serán simples beatas, mujeres que viven retiradas como monjas, pero sin convento [2.

Desde luego, hablar de estas cosas en un lugar como las Cuevas de los Moros no tiene ningún sentido. Aquí el ‘emparedamiento’ pudo ser otra cosa: una forma de ascetismo extremo, que prendió en el Oriente Próximo, en los inicios del monacato, y se imitó después en la Europa medieval. Consistía en hacerse emparedar temporalmente (una cuaresma, por ejemplo), dejando una ventanilla para comunicarse e introducir alimento y bebida. Ni más ni menos lo que acabamos de ver en el supuesto eremitorio de la Horadada, donde alguna celda carece de puerta. En todo caso, una celda deja espacio para estirar las piernas y hacer ejercicio. Un desahogo vedado a mis presuntos emparedados de Valdivielso. 
Uno de los pioneros del encierro total fue san Simeón Estilita el Viejo (o el Grande, m. en 459), que debutó sepultándose en una cisterna, antes de alcanzar su apogeo exhibiéndose 40 años sobre el capitel de un columna de 20 metros, cuya base todavía se conserva y sirve para hacerse fotos los turistas. Una vida tan dura no impidió al santo sobrevivir a su propio biógrafo Teodoreto, que 15 años antes había publicado su vida hasta la fecha, anunciando un final que otra mano tuvo que escribir.
De Simeón hablamos otro día, porque tuvo secuaces en España –aunque no en la Tesla, que yo sepa–, mientras mucha gente piensa que el estilitismo fue una ocurrencia irreverente de Buñuel con su Simón del Desierto. Irreverente, puede, pero ocurrencia de ningún modo.
No sé qué es más difícil, si tenerse en pie sobre una columna a cielo raso, o tumbado y emparedado en una de estas cuevas. El ascetismo mozárabe, tal como lo entendía un san Eulogio de Córdoba, daba para mucho.
La mística se nutre de metáforas. Morir con Cristo, enterrar al hombre viejo, fueron cosas que a veces se tomaron a la letra, generando observancias extravagantes y, todo hay que decirlo, de dudosa raigambre cristiana.

¿Imaginaciones? Hombre, algún privilegio ha de tener el simple contemplador curioso sobre el arqueólogo profesional. Si el fenómeno se dio en otras partes, en condiciones similares, ¿por qué no aquí? En cuyo caso, los ascetas de Valdivielso llevarían ventaja a los de la Horadada en cuanto a sacrificio, pero sobre todo en ingenio, al conjuntar en este paredón altísimo el escondite del emparedado y el escaparate del estilita.
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[1] De ello trata Eileen Edna Power en su obra clásica, Medieval English Nunneries c. 1275 to 1535. Cambridge Univ. Press, 1922; cap. IX (‘El pez fuera del agua’).
[2] En Inglaterra y en relación con el movimiento lolardo se produjo (en inglés de principios del siglo XV) el tratadito dialogado Dives et Pauper (ed. de Priscilla H. Barnum, Oxford Univ. Press, 2005). Suya es esta observación que tomo de Power, o. cit., pág. 366, nota 4, y es de lo más curioso por su feminismo, frente al modo de ver oficial católico:
“Vemos que cuando son varones los que adoptan el anacoretismos y la reclusión, en unos pocos años por lo común o bien caen en errores o herejías, o se salen por amor de mujeres, o por hastío de la vida, o fallan de otro modo. Pero de mujeres anacoretas así reclusas rara vez se oye ninguna de esas faltas, antes bien santamente empiezan y santamente acaban.”
(Dives and Pauper, mandamiento 6, cap. B.)

11 comentarios:

  1. Acojonante, Dom BELOSTI, si me tolera la germanía.

    Un matiz, al respecto de la evidente irreverencia de Buñuel. Su "Simón" es tentado por el Diablo, encarnado en las morbideces y apetitosas curvas de Silvia Pinal (que ya las había mostrado antes, también con el genial sordo de Calanda, en "Viridiana").

    Simón, resiste y resiste pero, finalmente, cae.

    Pero don Luis era mucho don Luis y su irreverencia va mucho más allá de lo que le adjudica el pensamiento pobr... digo, progre.

    ¿Qué le ofrece la exuberante "diabla" al aspirante a santo, a cambio de su columna? Una "discoteque", aburrida hasta el paroxismo, como parece desprenderse de la hastiada expresión del penitente, abocado a otra penitencia, con la que concluye el film.

    Irreverencia, sí, pero también con las irreverencias. Véanse, si no, sus últimas palabras escritas, en su libro-testamento "Mi último suspiro":

    "Una cosa lamento: no saber lo que va a pasar. Abandonar el mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta curiosidad por lo que suceda después de la muerte no existía antaño, o existía menos, en un mundo que cambiaba apenas. Una confesión: pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba".

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  2. Es verdad, don Lindo Gatito. Suscribo todo su comentario, desde mi limitación, o para ser más franco, mi inopia filmográfica. Por cierto, ya ni recordaba el final tan estupendo como desconcertante.

    La ‘irreverencia’ de Buñuel la sobreentiendo siempre así, con comillas, porque en su ateísmo, fue religiosa. Es la antítesis de las irreverencias de La mala educación, por poner un ejemplo a mi alcance.
    Luis Buñuel fue además, en mi opinión, bastante bueno como teólogo, y gran intérprete del cristianismo. Si al final resultare que hay sorpresas, donde seguro que no estará el baturro es en el infierno.

    En cuanto a emparedados, hay gente que mira como algo increíble el emparedamiento ascético-penitencial. ¿Es que no han visto películas carcelarias americanas? ¿o piensan que el ‘agujero’ es una licencia del guión?
    Pero a qué santo mentar celdas de castigo, si muchas cárceles de muchos países son muchísimo más duras que cualquier reclusión voluntaria y, en esencia, ‘entusiasta’, por extravagante que sea.

    Cavarse la propia tumba y echar de vez en cuando una siesta en ella, o un rosario, ha sido cosa muy vista. Hasta de Carlos V se dice que en Yuste solía probarse el ataúd para ir cogiendo postura, mientras los monjes jerónimo le rezaban el oficio de difuntos. (Con la anécdota de la vieja que omándolo a veras se acercó al muerto-vivo, y santiguándose dijo: “Señor, Señor, pues y no era feo Carlos”.

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  3. Genial anécdota, la del imperator. Me ha traído a la memoria otra, que la oí contar en mi infancia monfortina... aunque a estas alturas tenga dudas de si se trataba de una temprana leyenda urbana.

    Pero su base, real como la vida misma, la de los "coches de línea" que llevaban pasajeros dentro y fuera de su carcasa, encaramados en el portaequipajes, rodeados de maletas, baúles, aperos de labranza y hasta jaulas con gallinas. Y también féretros sin estrenar, llevados desde las modestas industrias ebanistas hacia su destino de funerarias en pueblos colindantes o provincias adyacentes.

    Era una de esas cargas con las que se encontró el primer paisano que se encontró con el overbooking de plazas en la salida del pueblo, pero no podía esperar al siguiente autobús. Ergo, allá arriba que se fue para capear el viaje. Pero hubo otras cosas que capear, como la lluvia que empezó a caerle encima, que decidió a nuestro hombre (¡lagarto, lagarto!) a guarecerse de ella metiéndose en el ataúd y cerrando la tapa.

    El sitio era escaso, pero bien acolchado y con el traqueteo el arrojado viajero no tardó en caer en brazos de Morfeo, echándose una siestecita, no interrumpida ni por el cese de la lluvia ni por la parada en la que el vehículo recogió a más parroquianos que se tenían que ir arriba y que no sospechaban que la fúnebre carga llevaba un cristiano dentro, aunque en estado de sueño parcial y no eterno.

    Morfeo dejó de abrazar a nuestro hombre, en pleno viaje por una de aquellas polvorientas carreteras. Abrió la tapa y preguntó, inocentemente:

    "¿Xa paróu de chover?".

    No le contestó nadie porque sus compañeros de ruta, empavorecidos por lo que les pareció el anuncio del Juicio Final, se tiraron en marcha del bamboleante carruaje, gritando como posesos.

    Algún santo debía estar al quite, o los respectivos ángeles custodios, porque el incidente se saldó con alguna fractura o esguince, pero el susto les debió de durar días.

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  4. He querido decir que "el incidente sólo se saldó con alguna fractura o esguince", naturalmente, no que los ángeles de la guarda se estuvieran echando un mus y no rindiesen como se espera de ellos (salvo en el caso de la familia Kennedy, que les debió de caer en suerte uno muy manta)

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  5. ¿Podríamos entonces considerar, querido Belosticalle, la reclusión de la von Bingen en el cenobio de Disibodenberg como un caso de "emparedamiento extensivo"?

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  6. Para quienes gustan de estas cosas, la emparedada más célebre de esta parte fue la riojana santa Oria de Villa Velayo (mitad del siglo XI).
    Según Berceo, a los nueve años –edad de la discreción femenina, recuérdese la niña burgalesa del Poema del Cid– ingresa en el monasterio doble de San Millán de la Cogolla (1051), para ser nada menos que reclusa. Todavía se muestra la celda-tumba donde se enterraba en vida, abierta al exterior por una ventana enrejada:

    6.De suso la nombramos, acordarvos podedes,
    Emparedada era, yaçia entre paredes,
    Havia vida lazrada qual entender podedes,
    Si su vida leyerdes, asi lo probaredes.

    21.Desamparó el mundo Oria toca negrada,
    En un rencon angosto entró emparedada,
    Sofria grant astinençia, vivía vida lazrada,
    Pon onde ganó en cabo de Dios rica soldada.

    23.Porque angosta era la emparedaçion,
    Teniala por muy larga el su buen corazon...


    es decir: “aunque angosta era…, teníala por muy ancha”.

    La Vida de Santa Oria, con su visión de la columna al cielo (38 y sigs.), evoca de forma mística y literaria el tema de la conjunción ‘emparedamiento / columnismo’, realizada por san Simeón el Estilita. Será como digo, materia de otro artículo.

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  7. Yo diría que ‘flop, flop, flop’, amigo Albatros; que no lo veo tan claro. Bueno, como casi nada en la vida de santa Hildegarda, la ‘Sibila Renana’.
    En principio parece que sí, como reclusorio anejo al monasterio masculino. Lo raro es que los benedictinos como norma no querían saber nada de monasterios dobles. O sea que la figura de ‘reclusión’ pudo ser una tapadera jurídica.

    De todas formas, yo creo que de hecho Hildegarda fue una abadesa de pleno derecho; y en todo caso, nada que ver con la reclusión emparedada de una santa Oria, por ejemplo, en un auténtico monasterio doble mozárabe.
    Monasterios éstos donde a menudo la autoridad máxima (la Madre) era la abadesa o superiora de la comunidad femenina.

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  8. Me ha gustado tanto que he ido a buscar más imágenes de las Cuevas de los Portugueses. Le ruego que me disculpe si le parece osado que aporte este enlace. Me encantó la vista interior de las cuevas.

    En mi búsqueda, encontré una página en la que el autor coincide con su hipótesis de que se trata de un cenobio rupestre. El autor hace un recorrido por este tipo de monasterios o cenobios rupestres y muestra fotos: del cenobio de Cuevas de Espeluca, Giribaile, Jaén (s. IX y X); el eremitorio de San Pedro, Tartalés de Cilla, Burgos, (s. VIII al X); Eremitorio de la Veguilla, Rus, Jaén (Siglos IX y X); ermita rupestre en Cambarco, Cantabria. Depoblado de Revenga, Regumiel de la Sierra, Burgos. Peña Rota, Salas de los Infantes, Burgos (s. iX y X) y ermita de San Vicente, en Herrera de Pisuerga. Su humildad al hablar de preferencias subjetivas en un asunto que otros consideran como usted que forma parte del movimiento eremita de la Alta Edad Media, suma un valor adicional a su entrada.

    Este es el enlace, si le interesa.

    Gracias por abrirnos nuevas sendas, Belosticalle.

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  9. Gracias, doña Carmen, por sus referencias; en especial la excelente Arqueomas.com. (Sólo una nota: repite Pancomio por Pacomio, nombre del santo copto.)

    El rupestrismo es universal y es inmenso, infinitamente más de lo que se piensa, sobre todo sobre estereotipos como el Albaicín.

    Tampoco es cosa de zanjar, rupestrismo religioso frente a seglar, porque en la alta Edad Media (y no tan alta) funcionó el sistema de las ‘iglesias propias’, monasterios familiares, lógicamente ‘dúplices’, que terminaron absorbidos por las grandes organizaciones monásticas, como San Benito y el Císter, premonstratenses etc.; y que también atrajeron el ojo de los obispos, por su valor económico sobre todo. (Imaginemos hoy en día, ante Hacienda, declarar la unidad familiar como fundación benéfica sin ánimo de lucro, menudo chollo.).
    Toda esa red de pequeños ‘eremitorios’ autónomos fueron pioneros de repoblación y rehabilitación agropecuaria, sobre la que cayeron como buitres los grandes abades franceses, que aquí lo encontraron todo hecho, y a barrer para casa.

    Si un día se dejan caer por aquí, querida amiga, les prometo una excursión rupestre bonita y variada sin ir muy lejos. No es la Capadocia ciertamente, y falta el adorno pictórico, pero hay cosas de gran interés.

    De lo publicado, el libro que más me aprovecha en esto es la tesis de Alberto Monreal Jimeno: Eremitorios rupestres altomedievales (el alto Valle del Ebro). Universidad de Deusto, 1989, 430 págs. Esta superado en partes, pero en conjunto todavía vale mucho.

    Cuando pueda, completaré la entrada con alguna foto mía, que no he podido bajar en la noche toledana que me han dado entre Blogger y mi flamante Movistar Internet: un 'velocirraptor' a 5-10kb/s., ¡de vértigo!

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  10. In the beginning, God created the heavens and the earth...


    Eres piedra y sobre esta piedra...otra piedra
    eben/Heaven http://strongsnumbers.com/hebrew/69.htm

    Me gusto su acercamiento a las cuevas de los Moros-portugueses y me recordó la boveda celeste como roca del enlace. Encerrados en este mundo como un dijin en este doble arco de "roca" a la espera de encontrar las palabras mágicas que nos liberen y como intento de romper el encantamiento, este reproducir los limites de los "moros", reproducirlos un poco mas cerca para romperlos simbolicamente interiormente ya que un emparedamiento puede ser una representacion en microcosmos del macrocosmos.Si reproduzco el sistema y acerco el limite hasta hacerlo alcanzable igual rompo el velo y con ello el Apocalipsis.
    Son ritos iniciaticos muy extendidos, aunque es raro que estas cavidades no permitan ponerse en pie al emparedado.Yo apuntaría a que pueden ser sitios para el desecado de la osamenta que es la funcion que en caliza hacen casi todas las tumbas hebreas, un punto para la evacuacion de fluidos, una roca porosa, un sitio ventilado y unas condiciones de humedad y temperatura constantes, que bien las pueden garantizar con el empotrado en la pared rocosa.
    A fin de cuentas las aguas son el abismo las aguas son de este mundo es sobre lo que hay que elevarse para tener conciencia de uno mismo y los liquidos y fluidos se quedan atras y la blanca roca que es la percha de nuestro ser es de la misma naturaleza que el cielo de los antiguos, lo que aparentemente se perpetua ...un poco mas...roca sobre roca. Un osario sagrado en el que los ventanucos tendrían funcion de ventilar, depositar ofrendas y alimentos.
    La loca de la casa a caballo a galope tendido..:-)

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