viernes, 30 de diciembre de 2011

Víctimas


De los cuatro evangelistas canónicos, sólo dos se interesaron por los orígenes del hombre Jesús de Nazaret: Mateo y Lucas. Las genealogías discordantes que ofrecen de José han dado para un mar de tinta, a decir verdad poco útil, si José no fue el padre biológico, sólo el marido legal de María. Tampoco los respectivos apéndices biográficos conocidos como ‘Evangelio de la Infancia de Cristo’ son coherentes.
Digo ‘apéndices’ con toda intención, y aunque van al principio. En la biografía clásica  antigua, lo importante de todo gran hombre era su madurez. Podía interesar su final sobre todo si era trágico, y su cuna y niñez sólo si daba alguna clave de su destino. Tal era el caso del divo: θεος  νήρ, el ‘varón divino’.
Pues bien, si para mensaje de paz y buena ventura hemos tenido el relato de Lucas (2: 1-20), esa historia muy pronto se oscurece y se tiñe de sangre.


Bandera de discordia
El presagio sombrío ocurre en el momento menos esperado: en la ceremonia del rescate del Niño primogénito en el Templo, a los cuarenta días de nacido (Lucas, 2: 22-38). Se celebra como la Candelaria, el 2 de febrero.
En ocasiones tales nunca faltaban felicitadores espontáneos, decidores de la buenaventura por una moneda, como también personas de respeto:

–Miren, ahí está don Simón con doña Ana. Pregúntenles, qué va a ser del niño.
–¡Eso, eso! Tío Simón, ¿a usted qué le parece que va a ser este Jesusito?

El buen viejo Simón tenía la corazonada de no morirse sin haber visto al Mesías, y con esa idea frecuentaba el templo. Con su edad, la espera no podía alargarse.

–¿Con que Jesús? Bonito nombre: ‘Salvación’... ¿Pero qué veo, Señor? Ya me puedo morir en paz, porque esta criatura que tengo en brazos, ahí donde la veis, es el Mesías en persona.
–¡Viva Jesusín y viva la madre que le parió!
–¡Olé por don Simón! ¿Y qué más hay? Siga usted, siga…

La gente bromea, porque nadie se ha tomado en serio lo del Mesías. Cada día se presentan en el Templo una docena de pequeños mesías, que luego menudos golfos. La gente lo celebra, porque no tienen ni idea de lo que significa ser el Mesías. Todas las madres de varón sueñan con que su niño lo será. Todos ríen. Sólo el anciano se pone serio, porque va en serio.

–Mujer, este hijo tuyo trae la revolución social de Israel, los de arriba abajo y los de abajo arriba. Será bandera de discordia. Mujer, y tú que lo veas: será una espada traspasante que pondrá en evidencia el alma de cada uno.

¡Pero qué ocurrencias las de don Simón! Con el cuchicheo, la última frase ni se ha podido entender.

–¿Qué ha querido decir?
–Chssst… Parece que le ha dicho a María: «Este hijo tuyo será una espada que te traspase el alma».

El viejo chochea. ¿A quién se le ocurre…? Menos mal que andaba por allí al quite doña Ana, la viuda beata, con más años a cuestas que don Simón pero con más sentido. De un codazo hizo callar al agorero –«no le hagan ustedes mucho caso»–, y con su mejor gracia disipó las nubes, contando maravillas de aquel niño ‘Salvador’, que ya en su misma ceremonia inaugural por poco no debuta como signo contradictorio.
       Con que la revolución a Israel. Cada cual, las cartas boca arriba...

Los Inocentes
Hasta aquí sólo sombras. Ahora viene la sangre de verdad.
La matanza de los Niños Inocentes, coetáneos de Jesús, fue consecuencia de la torpeza de los Magos de Oriente, que  acudiendo a rendir homenaje al Mesías Rey de los Judíos, fueron a buscarlo en casa del rey Herodes I el Grande.
  Esta historia es exclusiva de Mateo y su preocupación fundamental acumular ‘profecías’ cumplidas en la persona de Jesucristo y en todo lo que tuvo que ver con él.
De los Magos –los ‘Reyes Magos’, en su leyenda– algo queda dicho en este blog. Como leyenda popular es encantadora, y como popular tampoco es raro que tenga su parte de horror y violencia.
El malo de la historia es Herodes, y ni como leyenda ni como historia hay problema para atribuirle una monstruosidad no mayor que las que ejecutó en su propio harén y familia, asesinando a su mujer, a varios de sus hijos y a no pocos familiares.
Suprimir en una localidad de su reino a todos los niños varones de dos años y algo menos –los coetáneos del niño Jesús, según el tiempo de aparición de su estrella– fue un crimen más en su carrera. ¿Y qué? Cualquier otro déspota habría hecho lo propio.
¿Cuánta sangre, para ser exactos? La truculencia es muy del gusto popular, y estas historias piden un buen baño. Lo que resulta tragicómico y un poco grotesco son los cálculos hechos con la mayor seriedad sobre el número de víctimas: «entre unas 10 o 12 a 20 y tantas»; o quizá «de 30 a 40», por decir algo, pues también pudieron aproximarse al centenar, o incluso superarlo [1].
Pero a una saga no le basta con la salvajada, tiene que ser algo épico, digno del vaticinio de Jeremías (31: 15) citado por Mateo; digno también del modelo heroico de Moisés, salvado del infanticidio dictado por el Faraón (Éxodo 1: 15 – 2: 10). El arte vendrá en ayuda de la fantasía.  Algún exagerado pone hasta 144.000 criaturas. Sin llegar ni con mucho a tanta masacre, la Edad Media pudo ser pródiga en reliquias y hasta en cuerpos enteros de santos Inocentes [2].
Con todo, lo más desconcertante para el lector de hoy es la poca sensibilidad de los antiguos frente a un relato ‘inmoral’. La Providencia salva al Niño y a los Magos, mientras los Inocentes perecen y sus madres lloran [3]:

«Raquel llorando por sus hijos
 inconsolable, porque no existen»
                                                                          
De esas pequeñas víctimas ‘colaterales’ nadie se acuerda, no tienen nombre. No es que hayan ido al cielo, los hijitos de Raquel; se han ido al carajo, «no existen». Tardarán unos pocos siglos en recibir honra oficial de mártires –cosa que en rigor no fueron–, por una causa que tampoco fue suya. Aun así, el día de su fiesta, 28 de diciembre, fue visto en la Edad Media como de mal agüero, marcando esa mala nota el día de la semana para todo el año siguiente.
¿Puedo decir con franqueza qué situación  actual me viene al pensamiento evocando estas historias?...  No. No me atrevo. Podría ser mal interpretado.
________________________________
[1] Cfr. Andrés Fernández Truyols, Vida de Nuestro Señor Jesucristo. Madrid, B.A.C., 2ª ed., 1954; Armando Rolla, en Diccionario bíblico (F. Spadafora, ed.). Madrid, E.L.E., 2ª ed. 1963.

[2] Uno de ellos, en urna de cristal,  fue donado por Luis XI de Francia a la iglesia de Los Inocentes de París, demolida en 1786 con el cementerio vecino para hacer sitio al gran mercado homónimo, anexionado luego a Les Halles. Una pena, porque según dicen, el templo gótico tenía una acústica singular, por el sistema vitrubiano de los ‘vasos de eco’.

[3] La Sagrada familia, avisada por un ángel, huyó a refugiarse en Egipto. La leyenda oriental salvó también al pequeño Juan el Bautista, incluyendo en la masacre su aldea próxima a Belén. Santa Isabel con su niño Juan fueron escondidos en las entrañas de la tierra, tal como se ve en un mosaico del nártex de San Salvador de Chora, en Constantinopla. Cfr. Protoevangelio de Santiago, 22:3-4 (en A. de Santos Otero, Los Evangelios Apócrifos. Madrid, B.A.C., 1956, pp. 183-184).


[La figura de cabecera tiene referencia.]








domingo, 25 de diciembre de 2011

Felicitación





Aunque los Evangelios canónicos están en griego, 
el contenido es semítico y las expresiones traducen 
el arameo de los relatos orales. 
Por eso, para una mejor aproximación al sentido 
y hasta al sonido original, 
se recurre a las versiones siríacas 
(peshitta*, diatessaron), 
que a menudo más que traducir 
diríase que copian de oído

El anuncio de la Navidad a unos pastores 
se cierra con una felicitación 
del mundo angélico al género humano (Lucas 2: 14). 


Una felicitación 
que en el ‘original’ griego es restrictiva: 
Paz “a los hombres de bien”, “a los bien vistos (de Dios)”, 
o como ahora dicen, “a los que ama el Señor”, etc. 

El equivalente arameo es general y universal: 


paz y buena ventura a los hijos de hombre 



La expresión ‘buena ventura’ (o enhorabuena) en siríaco es literalmente 
‘buena esperanza’, pero en el sentido más amplio: 
‘buen ánimo’, ‘buenas noticias’. 
El griego debería decir eso mismo (evangelio, buena nueva). 
Sin embargo, alguna preocupación extraña 
desvirtuó el más sencillo y universal de los saludos: 

« Paz y felicidades a todo el mundo »


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*) Cfr. Peshitta de Lucas, con traducción inglesa entre líneas. 









  

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El ‘Obispillo’


El bebé San Nicolás rechazando el pecho materno
Ya que hemos mencionado un viejo rito de transgresión, la ‘Risa Pascual’, relacionado con la pascua florida, recordemos otro más unido a la pascua de Navidad. Que el maestro Covarrubias nos hable del Obispillo [1] 
No se trata de la rabadilla de las aves o uropigio, también llamado ‘bocado de obispo’, que el maestro no describe, pues su ‘obispillo’ de comer es otra cosa que tampoco viene a cuento.
El obispillo que nos importa era lo que el nombre dice: un obispo en miniatura:

«Antiguamente en las yglesias cathedrales, en memoria de la santa elección que se hizo de San Nicolás, obispo de Myra, era un infante de coro que con solenidad, colocándole en medio de la Yglesia en un cadahalso, baxava de lo alto de las bóvedas una nube, y parando en medio del camino se abría. Quedavan unos ángeles que traían la mitra y baxavan hasta ponérsela en la cabeza, subiendo luego por la misma orden que havían venido. Esto vino a ser ocasión de algunas licencias, porque hasta el día de los Inocentes tenia cierta jurisdición, y los prebendados tomavan oficios seglares, como alguaziles, porquerones, perreros y barrenderos. Esto, a Dios gracias, se ha quitado totalmente.»

La tramoya barroca era un añadido, muy en la línea del Misterio de Elche y los autos sacramentales. Por lo mismo, sospecho que cuando el lexicógrafo dice que «esto se ha quitado totalmente», o bien se refiere sólo a la última parte (degradación de los clérigos), o mejor expresa un deseo, más que un logro.
Lo esencial de la fiesta era el nombramiento de un ‘colasito’, un obispo de burlas en la persona de un niño, con mando en plaza desde la víspera de San Nicolás (5/6 de diciembre) hasta el día de Inocentes, es decir, tres semanas y media. Algo largo para broma, máxime con el cabido catedralicio haciendo el loco por los sagrados recintos, el señor deán de silenciario y espanta galanes, el chantre de apagavelas, el maestrescuela pasando el cepillo, y así sucesivamente.
La relación del ‘obispillo’ con San Nicolás, junto con el gran número de iglesias, ermitas, altares y personas de ese nombre, da idea de la promoción que tuvo en Occidente este santo oriental y su leyenda. Casi un desconocido hasta el siglo XI, su culto se propaga con rapidez desde el XII, y el personaje terminará convertido para el folclore en Santa Claus o Papa Noël.

De Nicolás de Mira a Nicolás de Bari…
Tanta popularidad contrasta con la oscuridad del personaje, del que sólo es cierto el nombre y título de obispo de Mira, en Licia.  La tradición precisa que no era de allí mismo, sino de la vecina Pátara. Ni su época sabríamos, de no ser por una noticia que le sitúa en tiempos de Constantino el Grande (siglo IV). Todo lo demás que se cuenta de él es legendario y en parte confundido con otros de igual nombre.

La antigua Mira se llama hoy Demre, en la costa meridional de Turquía. Como otros puntos de Licia, merece un recorrido por mar, para admirar las fantásticas necrópolis rupestres en los acantilados. También se conserva la basílica restaurada, pero no el sepulcro.
En 1087 el cuerpo santo fue transportado a Bari, en Apulia, donde hubo colonias bizantinas, pero que ya era base normanda. Desde entonces se dijo San Nicolás de Bari. Por esta navegación póstuma, y por otros motivos más legendarios, san Nicolás es un santo patrón  náutico.
Desde Bari, su fama de milagrero inunda Europa. Su perfil popular definitivo en el siglo XIII lo da sobre todo la Leyenda Dorada’ [2]. En ella, san Nicolás debuta como santo asceta oriental, con algún ramalazo de hostilidad al sexo y la fisiología en general:

«Tras engendrarle sus padres en la primera flor de su juventud, luego llevaron vida célibe. El primer día que le bañaron, se mantuvo erguido de pie en la palangana. Los miércoles y viernes sólo mamaba una vez al día…»

Criado el niño, educado y bien heredado el mocito, sus padres pierden utilidad. Y las leyendas son siempre utilitarias, conviene recordarlo. Huérfano, rico y buen cristiano, el joven Nicolás busca dónde colocar bien su dinero:

1. «Un conciudadano de cierta alcurnia, pero pobre, con tres hijas doncellas, se ve obligado a prostituirlas para poder comer de aquel comercio infame. 
Enterado el santo y horrorizado, envolvió en una paño cierta suma de oro, y de noche a escondidas la introdujo en casa del hombre por una ventana. Por la mañana el hombre descubre la suma de oro, y dando gracias a dios celebró las bodas de la primogénita. 
No mucho después, el siervo de Dios repitió la obra. El otro  en plena euforia se propuso vigilar, a ver quién era el bienhechor de su pobreza. A los pocos días arrojó por la ventana doble cantidad de oro. Al ruido se despertó, y corriendo en pos de Nicolás le echó el alto y reconociéndole quería besarle los pies. Muy contrariado, Nicolás le exigió no publicarlo mientras él viviese. »

Sobre esta base se fundaron en la Edad Media cajas de caridad para dotar a chicas pobres.
En la misma vena económica, San Nicolás vela por los bienes materiales de sus devotos. Incluso de los que no lo eran tanto, como este judío (para que no falte el toque antisemita):

9. «Un judío, viendo el poderío milagroso de san Nicolás, mandó hacer una imagen del santo y la puso en su casa para que le guardara todo en sus ausencias, diciéndole: 
Mira, Nicolás, tú te encargas de todo. Si no me lo cuidas bien te castigaré con azotes. 
Una vez, en su ausencia, vienen los ladrones y lo roban todo, menos la imagen.  Vuelve el judío, y al ver el expolio apostrofa a la imagen: 
Don Nicolás, ¿no te puse en mi casa para que la guardaras de ladrones? Ahora verás lo que es bueno. 
Y azotó la imagen bárbaramente.
¡Milagro! Estaban los ladrones repartiéndose la rapiña, cuando se les aparece el santo con gesto de dolor: 
¿Por qué he tenido que aguantar una azotina por culpa vuestra? ¡Ved estos moretones, esta sangre! Ya estáis devolviendo lo que os llevasteis, o se hará público y os colgarán por ello…
Por este milagro el judío se hizo cristiano.»

Otra historia de judío es famosa porque la recoge el Quijote, aunque Cervantes no va de judíos y a San Nicolás ni le nombra. Es la justicia de Sancho, gobernador de la Barataria, cuando descubre el fraude del dinero prestado y oculto en el hueco de una caña que cambiaba de mano [3].
La leyenda hace a san Nicolás obispo nombrado por la Providencia. Vacante la diócesis, reñida la elección, se resuelve por el método del ‘pasaba por allí’, como ya lo conocemos por el papa san Fabián. La familia del santo era levítica, como tantas entonces, cuando hubo auténticas dinastías episcopales. Su leyenda, sin embargo es celibataria o ‘encratita’, y el obispo que le ordena muy joven es su tío materno.
Esta elección ‘divina’ de un clérigo joven e inocente será la base para la broma del ‘obispillo’, tal vez desde el siglo XIV.
Por lo demás, todo es suposición y enredo. Se dijo que el santo asistió al Concilio de Nicea (325), donde se juzgó y condenó a Arrio. Pero ni su nombre figura en actas, ni se registró intervención suya oral. En compensación, la leyenda atribuye al santo en tal ocasión un estilo de argumentar algo especial, cuando el buen obispo cierra la boca del hereje de un sopapo.

La figura de san Nicolás se ve a menudo acompañado de tres muchachos. A veces son monaguillos o pequeños clérigos, o bien tres jovencitos en cueros en un barreño. El episodio, de lo más extraño,  refleja la idea de que el canibalismo no era insólito en la Edad Media, con profesionales de la restauración poco escrupulosos que daban gato por libre, o cosa peor.

Fue el caso que tres jóvenes viajeros dieron en una de aquellas posadas, donde mientras dormían fueron degollados por su dinero, y sus cadáveres troceados y puestos en salazón.  Años después, perdida toda pista del crimen, pasa por allí el obispo san Nicolás y pide de comer. El posadero le recita la carta, pero nada le apetece.
–¿No hay nada más para elegir?
–Padre, sí, pero no es menú del día… Tampoco os lo aconsejo: demasiado alto en sal, para un anciano como vos…
Pero el santo, terne que terne, cual preñada con antojo. Con fino paladar y un poco de soplo divino descubre el pastel. Al echar la bendición, los tasajos se recomponen, los tres jóvenes resucitan con regusto de sal en la boca, el posadero avariento recibe una reprimenda bien merecida. Eso no se hace, hombre.

Legal o no, la traída de san Nicolás a Bari fue gran idea, pues este puerto en la raíz del tacón de la bota italiana fue  base privilegiada para el comercio con Levante, las peregrinaciones y las cruzadas.
Además, la nueva tumba de san Nicolás resultó milagrosa. Muchos sepulcros de la cristiandad tenían la propiedad de segregar fluidos admirables. En la cripta de Bari, por un agujero, con una esponja sujeta a una caña, se extraía el licor de san Nicolás de Mira. No se sabe si Myra es licio, ni lo que pudo significar en esa lengua; pero en griego sonaba como myron: ungüento aromático. Así, aunque el líquido de Bari era lo que parecía y sigue pareciendo a día de hoy, agua pura, a los efectos de entonces era ungüento salutífero que se administraba a pie de obra, o también diluido en agua bendita se expendía en ampollitas con mucha demanda.
Tampoco se debe descartar que el santo cuerpo ya segregara ungüento en su primer sepulcro; pues si san Nicolás había nacido en Pátara era paisano nada menos que del dios Apolo, que allí tuvo una de sus patrias y oráculos.

… y de San Nicolás a Santa Claus             
La transgresión definitiva del santo Obispillo se consumará en Norteamérica, en los siglos XIX-XX, aseglarando al personaje y vistiéndole de gnomo publicitario, a beneficio de caja. Primero fue el dibujante Thomas Nast (desde 1862). El toque definitivo lo dará Coca-Cola, por los años 1930.
Pero siglos antes, en el XVI y en los Países Bajos, un Sinter Klaas todavía de pontifical acudía puntualmente desde España la noche del 5/6 de diciembre a repartir regalos a los niños buenos. Montado en caballo blanco y asistido por su paje morisco, Piet el Negro, cumplida su tarea regresaban al sur.
¿Y los niños malos? Se decía que se los llevaba a España, pero eso debía ser sólo a los traviesos, porque para los malos-malos de verdad ya estaba el Duque de Alba. Es más creíble, sin embargo, que el buen Santa Claus jamás se prestó a ser ‘hombre del saco’, y menos al servicio de pedagogía tan cutre.

Un buen vecino
San Nicolás en la España medieval tuvo menos nombre que en Italia, Francia o los países germánicos. La Corona de Aragón naturalmente estuvo más abierta al Mediterráneo. Pero incluso en Castilla hay que hacer excepción con Burgos.
Ya en 1075 –años antes del traslado de san Nicolás a Bari– Alfonso VI de Castilla mandó levantar en Burgos una primera catedral dedicada a Santa María, Santiago y San Nicolás, que en 1092 ya estaba en uso. Sin duda jugó aquí la influencia francesa en la política alfonsina.
Gran pieza de esa política era el Camino Francés de Santiago, donde mucho trabajó santo Domingo de La Calzada, con su discípulo y ayudante Juan de Quintana-Ortuño. Éste, a la muerte del rey y del santo ingeniero, aprovechó el parón por la guerra entre Castilla y Aragón para quitarse de en medio con una escapada a Tierra Santa (1112-1120). En peligro de naufragio promete a San Nicolás una ermita, y ya de vuelta, establecido en la aldea de Ortega, cumple lo prometido. Hoy es San Juan de Ortega, patrono de los arquitectos.
Justo por entonces se multiplican en tierra burgalesa las iglesias románicas dedicadas a nuestro santo. La mejor de todas, la de El Almiñé (Valdivielso), que tan buena pareja hace con la otra maravilla románica del mismo Valle, San Pedro de Tejada en Puente Arenas.
Verla desde casa, con su cimborrio-torre sobre un paisaje de ensueño, es como un privilegio. Gracias sean dadas a San Nicolás bendito, tan bueno para vecino.


El Almiñé (Burgos) - San Nicolás, desde mi ventana

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[1] Tesoro de la lengua castellana o española (1611 y 1674).
[2] Jacobo de la Vorágine, Legenda Aurea, ed. Th. Graesse, 2ª ed. Lipsiae, 1850; III, 1 (pp. 22-23) y 9 (pp. 27-28). Hay trad. española de fray J. M. Macías, Alianza, 2 tomos.
       [3] Don Quijote, II, 45.




jueves, 15 de diciembre de 2011

‘Risus Paschalis’



«Amaiur, por imperativo Pascual»
(Luigi, en ‘El Blog de Santiago González’)

Los jueces del Constitucional, que abrieron las Cámaras al mismo perro con otro collar, sin duda entienden más de collares que de canes y de etología, desconociéndolo todo, hasta los rudimentos, sobre domesticación de especies animales.
Pero ellos saben lo que han hecho, y también para qué, se supone.  Una vez dentro, por decisión de la Sala de Don Pascual, ya se sabe a qué va Bildu/Amaiur al Parlamento de España. Y cuidado con tocarles ni la orla de sus derechos aunque se cisquen en lo más barrido; porque si recurren, lo lógico será que el mismo TC, coherente consigo mismo, haga favor a gente tan representativa, saludando así con otro palmo de narices a los entusiastas de la Carta Magna, y a la propia Carta.
Tampoco habría servido de nada poner pegas a la fórmula de acatamiento a la Constitución «por imperativo legal», que ya va a misa. La receta funcionó para Herri Batasuna, y Amaiur ha calculado bien al repetirla sin más, cubriendo sus objetivos: declarar su inconformismo y amarrarse los escaños. Hasta han quedado bien estos muchachos, llevándose al PNV del mismo ronzal –excepto en el Senado, loado sea Anasagasti–, frente al barroquismo de otros disconformes. Éstos sí que podrían haber tenido dificultades tontas, de no ser porque ya nadie se toma en serio la etiqueta, sólo la prebenda.

Esto de las fórmulas de acatamiento es de raíz eclesiástica. En las asambleas –sínodos o concilios sobre todo–, era vital saber si los que estaban eran. En concejo de pastores no había lugar para lobos. A tal fin se redactó el Símbolo de la Fe, acuerdo de mínimos no negociable, y por supuesto, inalterable. En tiempos movidos todavía se oían aquí o allá fórmulas pintorescas, como «yo profeso la fe de Atanasio», o «mi iglesia comulga con el patriarca Cirilo». Eso se acabó: el ‘credo’ y punto. Mejor en plural, «creemos», sin fantasías ni personalismos.
No es cosa de repetir lo ya tocado en otro artículo, ‘Jurar o prometer’. Pero esta vez hay algo más, con la Constitución en danza. ¿Cómo se acata la Constitución? La respuesta parece fácil: como está ordenado. Pues no. Durán i Lleida lo ve de otro modo: «Fórmulas hay muchas. Cada uno puede inventarse la suya. Esto es un reflejo de la pluralidad…»
Tres falsedades seguidas, in crescendo, y la más insidiosa la tercera, jugando al equívoco con lo de ‘pluralidad’. ¿Pluralidad dentro, o fuera de la Constitución, don Josep Antoni? Seguro que este señor, cuando firma un contrato o un simple recibo, no es tan pluralista ni tan generoso, concediendo a la otra parte esa licencia inventiva que jalea para con la Constitución Española. Diríase que, en lo profundo de sus convicciones, este veterano demócrata la desprecia igual que los radicales.
Nuestra sociedad es laica. No tenemos verdades reveladas ni sagrada escritura. Por eso mismo se necesita un reglamento de juego claro y preciso. Para los que no quieran jugar tiene que haber alguna salida, pero nunca meterlos ni admitirles donde ellos mismos se sienten extraños.
La Constitución no es un libro inspirado. La escribimos nosotros, el pueblo;  la enmendamos nosotros, y nosotros mismos la podemos abolir. Es el poder soberano que cedemos con nuestro voto al Parlamento. Por eso es insultante la frivolidad de un Durán i Lleida, como si tales individuos o grupos fuesen alguien o algo por sí y al margen de la Cámara, para actuar a capricho, saltándose normas o inventándose fórmulas peregrinas.
En cuanto a la fórmula de acatamiento, es verdad que el TC dio por válida la coletilla «por imperativo legal» (1990). Sentó un mal precedente, como se está viendo. Pero es que habría que preguntarse, quién sabe, si hasta se excedió, pues en todo caso quedaba la reserva, «sin perjuicio de lo que disponga el reglamento al respecto»
Este negocio recuerda las distinciones escolásticas sobre validez y licitud de los actos: ‘inválido e ilícito’, ‘válido pero ilícito’, etc. ¿Se puede cambiar la fórmula de la consagración en la misa? ¿O pronunciarla en sánscrito? ¿Se puede consagrar el chacolí? ¿Seis cirios encendidos, o basta con  dos?... Aquí era el turno del teólogo, del jurista, del obispo; pero a menudo la última palabra la tenía el maestro de ceremonias. Y esto era especialmente delicado en tomas de posesión, donde un mero defecto de forma podía traer impugnación, nulidad y adiós a la prebenda y sus emolumentos.
¡Bah, los ritos! De acuerdo, pero cuando se quiten. Mientras estén vigentes son garantía de juego limpio.  Como alguien ha dicho, «mal empezamos».  Una inauguración de legislatura no puede convertirse en una payasada como la del martes y 13 .
No estoy por dom fray Jorge de Burgos. Reír es sano. El hombre es hombre desde que rió. Desde la antigüedad más remota se aplica la terapéutica social transgresiva de la inversión burlesca, los carnavales, las fiestas de locos, el pobre ‘Rey de Burla’, tal vez con final sangriento. (En una ‘fiesta’ así fue ejecutado Jesucristo.) Hasta en lo más sagrado se introdujo la parodia, el risus Paschalis. ¿Por qué no en el Parlamento de las Españas?
El problema es que llevamos dos legislaturas seguidas completas con un Presidente de Burlas, en eterna sonrisa de pascuas, una pasada. Por otra parte, sus señorías están ahí para resolver los problemas que nos afligen. Cuando hayan demostrado que saben hacerlo, entonces sí: hacia el paso del ecuador por ejemplo, se entendería que se relajen un poco montando su jornada bufa, su fiesta de locos.
Empezar por ella, como han hecho, hace pensar en locos de verdad. En plan pluralista –y no es por dar ideas–, quién sabe, la próxima vez podría presentarse alguno con su propio ejemplar de la Constitución impresa en rollo de papel higiénico.









A Luigi, que con su ingenio lapidario
también ha honrado y condensado estas páginas 













lunes, 12 de diciembre de 2011

Papandos de serie


«Nos somos un hombre de nuestro tiempo», dice el papa de la serie ‘Borgia’ a una de sus queridas.
Estoy tratando de seguir el folletín de Tom Fontana en español, qué digo, en exuberante versión española, salpicada de giros anacrónicos, sin poder decir en qué medida traducen el original. La frase transcrita no es una de ellas, pues ‘homo nostri temporis’ es de lo más petrarquiano [1].
No sé si el Alejandro VI verdadero  usó la expresión, o en qué sentido. ¿Sería consciente de haberse inaugurado la  ‘Edad Moderna’ –pólvora y brújula, papel e imprenta, todo eso…? No, no lo creo. Sí se entiende, en cambio, como referencia al nuevo tipo de élites que por entonces inspiraban ‘El Príncipe’ de Maquiavelo (1469-1527) y ‘El Cortesano’ de Castiglione (1478-1529).
Aquella gente ‘de nuestro tiempo’ se destacaba por contraste, gracias a su telón de fondo, la gente de siempre. Pues bien, ‘los de siempre’, ellos y ellas, también percibían el ritmo vertiginoso del cambio. Lo expresaba muy bien en la generación siguiente un interlocutor  muy  joven de Castiglione: el Aretino (1492-1556). Y no me refiero a su paródica ‘La Cortesana’ [2] aunque sí a otra del mismo oficio, puta bien acomodada, nada más empezar el primero de sus Diálogos o ‘Razones’ (Raggionamenti). Aquí la Nana, de palique con su comadre la Antonia, le comenta lo deprisa que se les iba la vida a la mujeres de entonces [3].

Nana. Me encuentro con que mi Pipa cumple los dieciséis, y queriendo sacarle partido, me dice el uno, hazla monja, que amén que ahorrarás tres cuartos de la dote añadirás una santa al calendario. Otro dice, dale marido, que con lo rica que eres ni lo notarás. Alguno me anima a hacerla cortesana de un soplido, con decir que el mundo va mal; y aunque así no fuese, haciéndola cortesana de golpe la haces una señora; y con lo que tú tienes y lo que ella saque en un pispás se convierte en reina…

La Antonia, que bastante tiene con su ‘mal francioso’, no entiende el problema de su amiga:

Nanna. ¿De qué te extrañas?
Antonia. Pues que siendo tú nacida y educada en Roma, a ojos cerrados deberías quitarte de la cabeza esas dudas sobre la Pipa. Dime, ¿tú no has sido monja? –Sí. –¿No tuviste marido? –Lo tuve. –¿No fuiste cortesana? –Fuilo. –Entonces, de las tres cosas, ¿no serías capaz de escoger la mejor? –Virgen Santa, no. –¿Por qué, no? –Porque las monjas, las casadas y las putas hoy viven como antes no se vivía.

Este serial ‘Borgia’, además de flojo, tiene otra pega, y es que a cada paso distrae con sus devaneos de la realidad histórica. Junto a aceptables reconstrucciones (a escala) del viejo Vaticano, y algún otro acierto, de pronto te desconcierta con un despropósito, como en un juego de errores.  También fastidia tanta maldad sin mezcla de bien alguno, como no se tome por tal a Ardicino della Porta Jr. (1434-1493).
Servidor eficaz y honesto de Inocencio VIII, en junio de 1492, con permiso del papa terminal, el purpurado Ardicino se había retirado a un monasterio camaldulense [5].  ¿Temía acaso que a la muerte del papa sus colegas cardenales iban a elegir al mas virtuoso, es decir, a él? Cierto que en 1491 se había presentado en Roma un profeta ambulante, anunciando mala racha hasta 1493, año en que vendría el Angelicus Pastor, el buen papa espiritual, cuyos rasgos cuadraban a Porta. Cierto también que 1492 no era 1493, pero sí una aceptable aproximación profética. Cierto así mismo que en el cónclave de 1492 hubo presiones para sacar al cardenal-monje de su retiro; mas no para hacerle papa –que eso no requería su presencia–, sino porque alguien necesitaba su voto, uno más, para el vice Canciller Borja. Porta Jr. sobrevivió seis meses a la elección de Alejandro, para quien hizo un poco de Pepito Grillo, al menos en la serie.
Sí, el guionista se ha documentado, a lo que se ve, para darse el mérito de la invención. Las pequeñas libertades que se toma no tienen otro objeto, como digo, que poner a prueba al espectador quisquilloso. De las más grandes, y no de todas, ya se va ocupando la Wikipedia
Si la novela histórica tiene alguna virtud, fuera del mero pasatiempo, es enseñar con deleite lo que se desconoce, o mostrar lo conocido bajo otra luz creíble. Lo que no tiene sentido es la falsificación gratuita y mover los personajes como títeres. El guión de cine o TV no tiene por qué reincidir en los disparates de los libretos de ópera.
A estas alturas de un relato que va de mal en peor, por poco hasta me olvido de que fue pretexto para destacar en el reparto a los ‘papandos’, quiero decir, los personajes que intervienen en ‘Borgia’ y que después de Borgia fueron papas. Son tres de los cardenales: Julián de la Róvere (Julio II), Juan de Médicis (León X) y Alejandro Farnesio (Paulo III).

León

       León X (1513-1521) fue el irresponsable responsable de la división de Europa en católica y protestante. A este hijo de Lorenzo de Médicis le despachamos hoy en su alegre corte papal con este elogio del Aretino:

Jamás los cardenales de Roma en las más espléndidas orgías han comido con tanto placer sus currucas y hortelanos. ¡Yo les vi en tiempo de León X, aquellos queridos cardenales del buen Dios! ¡Oh, cómo sus almas cocineras henchían voluptuosamente sus respectivos corpachones! ¿Qué si estaban locos, decís? Dichosos locos, los que en su locura son gratos a sí mismos y a los demás.
Veis aquel famoso papa. No sabría deciros si apreciaba más el talento de los doctos o los chistes de los bufones. Les dispensaba sus favores sin distinción, y los ensalzaba por turno. Si me preguntan quién prefería yo haber sido, Virgilio o el ‘Archipoeta’, no dudaré en responder: éste último. Sí, señores, y sin escrúpulo. El Archipoeta, bebiendo el morapio que le tendía León X, ganaba más que Virgilio Marón lo habría hecho componiendo para él dos mil Eneidas y un millón de Geórgicas. Tenedlo por cierto, señorías, y no os lo quitéis de la cabeza: los grandes señores prefieren los buenos bebedores a los hábiles versificadores [6].

Julio                 
El personaje que hace el actor Dejan Kucik a mí no me sugiere para nada a Giuliano della Rovere. Su físico no se parece en nada al Julio II de las medallas, ni aun descontándole del perfil heroico idealizado las facturillas de la sífilis crónica. Si le quito mentalmente la púrpura y le visto de negro, a quien veo a ratos es a Ignacio de Loyola.
Como tantos cardenales, Julián había salido de la nada. Le humillaba el recuerdo de su niñez, de Albísola a Génova en barca familiar, a la ida peces, a la vuelta cebollas. De allí le sacó su tío Francisco, general franciscano y cardenal, para meterle al convento y darle carrera como la suya. Así fue. En cuanto el tío fue papa Sixto IV (1471-1484), el espabilado nepote fue cardenal (1471) y finalmente papa Julio II (1503-1513). Pero esto sólo tras mucho pelear y perder frente a su rival Rodrigo Borja. De hecho, ni siquiera pudo sucederle de inmediato –sólo después del brevísimo papado-interregno del octogenario Pío III (26 días de otoño de 1503)–, y una vez papa cumplirá su venganza en frío, con damnatio memoriae para la odiada familia.
Pero ni como Juliano ni como Julio el de la Róvere trató nunca de liquidar a quien representaba su mayor peligro: César Borgia. Esta circunstancia ha caldeado algunas mentes, ya desde el siglo XVII, haciendo imaginar que los dos cardenales, Julián y Rodrigo, compartieron cama con Vanoza, la madre de César, y que el padre biológico pudo ser el primero. Precisando más, el propio Róvere habría vertido la especie al propio césar Borja, al objeto de confundirle y neutralizarle.
Padre o no de César, Julián tuvo más descendencia con otras mujeres, tres hijas al menos. Por otra parte, en la serie ‘Borgia’ los dos rivales llegan a las manos porque el genovés llama al catalán ‘marrano’, y éste le devuelve el cumplido llamándole ‘bujarrón’. (Sodomita, para ser exactos; pero en italiano florido se decía así, bugerone [7]). La fama de prendarse de efebos acompañó a Julio II hasta la muerte. Fue la explicación para el cardenalato inexplicable de su amigo Francisco Alidosi, su tolerancia con aquel favorito desaforado, su luto por su asesinato (mayo 1511), dejándose la barba que le pintó Rafael…
Verdad o calumnia, tampoco Róvere se había quedado corto difamando a los Borgia, siendo uno de los creadores de la leyenda negra de Alejandro. Que los historiadores discutan el número exacto de hijos o de queridos de los papas, la verdad, significa poco frente a la propia cuestión de base: que la actividad sexual fue entre ellos cosa ordinaria, incluso sin discreción y con escándalo.
De León X no se habló tanto en ese sentido, ni siquiera a propósito de su fístula anal. Pasó por hombre devoto, pero al mismo tiempo se le atribuyeron bromas impías, y haberse referido al Evangelio como «esa fábula sobre Cristo, tan provechosa para nosotros».

Paulo
Ya que he mentado a san Ignacio, recordaré también que Paulo III (1534-1549) fue el papa de la Compañía de Jesús y del muy jesuítico Concilio de Trento. Lo cual da idea de cierta anchura de mangas y tragaderas del santo varón guipuzcoano al elegirse a tal amigo y emparentar con él, como emparentó con los Borja, siempre puesta la mira en la mayor gloria de Dios y aumento de la Compañía.
Ahora bien, si el parentesco del santo con los Borja fue político, mediante otro personaje santo, Francisco de Borja, biznieto de Alejandro VI, en cambio el parentesco con el papa Farnesio fue espiritual, cuando un nieto del papa, llamado como él AlejandroFarnesio, fue bautizado por san Ignacio de Loyola (1520).  El neófito, ni que decirlo, en el tiempo justo fue cardenal, sin perjuicio de tener también una hija, la bella Clelia. Gran Cardenal, gran príncipe, gran señor, tuvo dinero para vivir a lo grande en palacios de ensueño, y aun le sobró para promocionar a los jesuitas, regalándoles además la iglesia espléndida del Gesù.
El abuelo Alejandro Farnesio Sr., futuro papa, es en ‘Borgia’ el supuesto coetáneo, compañero de estudios, crápula y púrpura de César Borja, como amigo íntimo suyo: una falsedad gratuita, pues el Farnesio había nacido en 1468 y le llevaba siete años. De todo ello la única verdad es que ambos fueron cardenales en la misma promoción (septiembre 1493). César lo fue obviamente por ser hijo-nepote de Alejandro VI. Farnesio, en cambio, por ser hermano de la concubina del papa, Julia la Bella.
Esta elevación y nombramiento se satirizó lo normal y se describió de varios modos: ‘Alexander Cardinalis Farnesius, de Titulo Cunni Sororis’ pudo no ser la expresión más fina, pero sí de las más exactas.
El borrachín astuto y cínico de ‘Borgia’, siempre en la boca el vaso de vino y el silogismo oportuno, el texto canónico o la sentencia moral, será en su edad senil Paulo III. En esta situación remedó extrañamente ciertos rasgos de su predecesor y protector Alejandro VI, sobre todo en su nepotismo y amor de familia, con especial debilidad por su indigno hijo Pedro Luis. Padre e hijo estuvieron muy en boca de todos, empezando por Pasquín, que no se para en barras poniéndoles como hoja de perejil, juntando en el pontífice los vicios de un Alejandro y un Julio.
Margarita de Austria, la hija natural de Carlos V y nuera del papa Clemente VII de Médicis, a sus 15 años es ya viuda. Le han asesinado al marido, y al nuevo papa Farnesio le falta tiempo para pedir su mano para su nietecito Octavio. Les casan, en efecto, y bien a disgusto de ‘Madama’, que hasta posiblemente era de preferencia lesbiana. La extraña conviencia desató rumores.
       El papa Farnesio era buen matemático y un fanático de la astrología. También por ahí le mordieron las pasquinadas. Una de ellas juega con un eclipse de sol, y el supuesto amorío senil incestuoso de Paulo con Madama Margarita[8]:

Quítense allá los de la Astrología,
que mejor que ellos sé pronosticar
a qué se debe el eclipse solar
y de qué calentura el cielo ardía.

Este coglion de sol, que el otro día
se dejó de la luna cabalgar,
haciendo noche a tarde adelantar,
y con asombro nuestro él se corría,

Qué quiere eso decir, tú no lo ignoras:
lo mismo que este papa pecorón
con madama hace eclipse a todas horas,

Así quitando al duquesín castrón [9]
toda fatiga, que si a aquél divierte,
al mocito le da terror de muerte.

El Castillo de Santángelo, presidido no menos que por la estatua de San Miguel por el escudo del papa Borja, es un lugar muy interesante para pasar una jornada entera. Tuve ocasión de hacerlo, entreteniéndome sobre todo en los recuerdos de estos mismo papas: Alejandro, que reconstruyó la mole de Adriano como castillo ‘de su tiempo’; Julio y su Logia, el oratorio de León X… Y de Paulo III la otra logia y los aposentos recién restaurados. Sorprendente el dormitorio del papa, con aquel friso de escenitas más adecuadas tal vez para un viejo verde que para un vicario de Cristo. ‘Hombres de su tiempo’. Hombres, sobre todo, aquellos buenos papas. El Angelicus estaba por venir.
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[1] Petrarca, Epistolae de Familiar., l. 23, 11 (Ed. I. Fracassetti, Florentiae, 1863, vol. 3, p. 213). Carta a Juan de Bérgamo, peregrino a Jerusalén. Le llama «hombre cristiano de nuestro tiempo». En las cartas, la expresión ‘nostri temporis’ menudea (reyes, literatos, poetas, galenos, pintores, tiranos, legistas, gente en general; también ejemplos, estudios, vicios… de nuestro tiempo...); igualmente de nuestro siglo («crimen saeculi nostri»).
[2] Comedia dedicada, no se olvide, al Gran Cardenal de Trento (Bernardo Clesio), en ella la ‘cortesana’ de Aretino no es menos canónica que su correlato, el cortesano de Castiglione.
[3] Raggionamenti, Cosmopoli, 1600. pp. 17-18 (‘Cosmópolis’ sería Leiden, donde imprimían los Elzevir).
[4] O como apuntó el historiador dominico  Alfonso Chacón, envenenado por órdenes de la Serenísima, pues era Patriarca de Venecia y las instrucciones eran estorbar al español.
[5] El mismo Chacón dice que olivetano (benedictino, en todo caso); y otros hablan de un convento franciscano. M. en febrero 1493 y está enterrado en San Pedro del Vaticano.
[6] El auténtico Archipoeta fue un goliardo alemán del siglo XII, con alguna pieza en Carmina Burana. Pero este otro fue Camilo Querno, poeta latino, tan gran versificador como bebedor, que se introdujo en la corte de León X con un poema, Alexias, en 20.000 versos, y fue coronado con aquel título en el Capitolio. 
[7] No suele venir en los diccionarios pulidos; sí en cambio buggerone, en el sentido de buggerar, decir trolas, ser un liante.
[8] V. Marucci, Pasquinate del Cinque e Seicento. Roma, Salerno, 1988; XCIV (443), pp. 131-132.
[9] Octavio, duquesín castrón por su inmadurez sexual, y como heredero de su padre el Duque de Castro. La pieza es un sonetocaudato, o ‘de cola’, que corto por abreviar.