domingo, 28 de junio de 2009

El bien del euskera…



Hace un par de semanas, la Consejera de Cultura del Gobierno de Patxi López, Blanca Urgell, anunciaba la decisión de mantener la subvención al vascuence en territorio vasco francés.

¿Sorprendente? Según se mire.

  1. Objetivamente pensado, produce perplejidad que nuestra Comunidad se dedique a repartir dinero en otra vecina, Navarra, y más todavía fuera del territorio nacional, en los Pirineos Atlánticos (Francia). No se trata de ninguna ayuda humanitaria. Se financia la conservación de un bien cultural en otra sociedad que, siendo por lo menos tan rica como la nuestra, parece que no lo atiende como debería hacerlo, a juicio de la Consejería.
  2. Objetivamente también, parece extraño que un gobierno socialista, y precisamente el de López, haga suya la política de la consejera nacionalista Miren Azkarate, tan clara en los aspectos partidistas de sus decisiones, como turbia en los financieros.
  3. Ya en terreno más subjetivo, no puede hablarse de sorpresa. El 29 de mayo, la Consejera entrante había hecho gran elogio de la política lingüística en la legislatura anterior: «Se ha hecho un trabajo notable en favor del euskera». Consecuentemente, declaraba su intención de continuar en la misma línea de doña Miren, salvo ligero matiz expresado en optativo condicional, obsérvese: «quisiéramos corregir lo corregible, y mejorar lo mejorable». Pudo añadir, «hasta donde alcance un presupuesto saqueado a conciencia por mi antecesora»; pero no lo hizo, porque doña Blanca es alavesa y es cortés.
  4. Bien, ¿y qué lunarcillo podría corregirse o mejorarse en tan brillante ejecutoria de Azkarate? Helo aquí: «Al euskera hay que sacarlo de la lucha partidista y política», afirma Urgell. Y con razón. Hasta el vice consejero de Política Lingüística, Baztarrika, reconocía no hace mucho que el peor lodazal para atascar el vascuence es la politización partidista, donde lo había metido el gobierno Ibarretxe, con Campos y Azkarate encabezando la recua mular. ¿En qué quedamos?

Pues quedamos en que la ayuda económica a fondo perdido va a continuar, no sólo ampliada en la cantidad (50.000 € más), sino en el tiempo (más allá de 2010): «El Gobierno vasco tiene la firme decisión de prorrogar el acuerdo, porque consideramos imprescindible la colaboración entre ambas instituciones, por el bien del euskera y de nuestros ciudadanos».

Como es sabido, el Gobierno Vasco actual lo es gracias al Partido Popular, en virtud de acuerdos que incluyen la política lingüística. Ante esa afirmación de la Consejera, no hace falta ser del PP cualquier ciudadano, para preguntarse: «¿Y qué bien se me sigue a mí de invertir dinero en que los vecinos franceses aprendan vascuence?» Buena pregunta. Pero no la única, porque nuestra ayuda cooperativa va más lejos: ikastolas y emisoras, sí, pero también virguerías de terminología y toponimia, o convalidación de títulos en euskaldunización y alfabetización de adultos… Todo ello, «por el bien de nuestros ciudadanos» (¡?)… y, antes que por ellos, ¡¡¡«por el bien del euskera»!!!. Quedémonos con esto último.

Ya se hizo notar en su momento que Blanca Urgell carece de experiencia política. Lo cual no sería problema, pues la propia experiencia lo arregla, y ningún político nació con ella. El problema está en que el político, sea novel o veterano, confunda y mezcle conceptos: el bien de las personas y el bien de las cosas, incluidas las abstractas.

Al gobierno le concierne el bien de sus gobernados, esto es, su beneficio o bienestar. En cuanto a otros 'bienes' tales como el bien del euskera, de la música de cámara, de la genética molecular, de la relatividad de Einstein, del paisaje natural, de las especies autóctonas, del patrimonio artístico etc., todos esos 'bienes' al gobierno democrático sólo deben importarle en función de las preferencias ciudadanas. En el caso particular de la Consejera, otra filóloga eusquérica como su antecesora, conviene además corregir la óptica profesional, a la hora de valorar eso que llama 'el bien del euskera'.

Ello es que el socio preferencial y necesario del Gobierno, el PP, ha objetado al anuncio de continuar las ayudas a la difusión del euskera fuera de la CAV, y concretamente en territorio galo. «No es de nuestra competencia», ha dicho Carmelo Barrio, «teniendo como tenemos muchas necesidades prioritarias en nuestro territorio».

Por lo mismo que en su día deseé aquí mismo a Blanca Urgell pleno acierto, pese a algunas reservas de menor cuantía, hoy debo decir que su respuesta a Barrio me parece decepcionante y preocupante:

  1. Ha hablado de «obligación del Gobierno Vasco», en cuanto a preservar el euskera incluso fuera de nuestros límites territoriales. Razones: a) la importancia patrimonial de esa lengua; b) la situación desfavorable de la misma allí, en comparación con Euskadi, con «un número de hablantes muchísimo menor al otro lado de la muga». Semejante lenguaje (con su muga y todo) parece revelar que el mapa político de la actual consejera se parece demasiado al de la anterior: el mismo tablero euskal-herriaco beligerante, con el euskera como pieza reina. Mal camino para sacarlo de la arena partidista…, como no sea para meterlo de lleno en una asumida construcción nacional.
  2. No es sólo cuestión de mapa. La historia del vascuence subvencionado en el país vecino tiene sus puntos oscuros, en cuanto a pureza de intención cultural. Hay tejemaneje político entre bambalinas. Hay unos mensajes no tan inocentes. Incluso alguna vez ha resultado que beneficiarios de ese dinero público 'cultural' tenían connivencia con el terrorismo.
  3. Blanca Urgell ha comparado la iniciativa que hace suya fuera de la CAV con lo que el Estado español realiza por el mundo a través del Instituto Cervantes. ¡Por favor, Señora mía! Veamos:
    1. El Cervantes no se entromete en países de habla española, a arreglar la situación del español en peligro por negligencia de los nativos o de sus gobiernos;
    2. El Cervantes no se ocupa sólo del castellano, sino que por estatuto se debe también a la promoción de las otras lenguas oficiales españolas en el mundo, incluida la lengua vasca;
    3. Mentar al Cervantes tiene la mar de gracia, porque obliga a recordar a su mimo, el flamante Instituto Etxepare de la colega filóloga Azkarate, y disfrutar viendo con qué alegría baila en él nuestro dinero, gracias al virtuosismo y super virtuosismo de su creadora; todo eso que la colega filóloga Urgell disculpa como «prisas».
  4. Hay un argumento que se echa de menos en la respuesta de Blanca Urgell. Algo así como, «mire usted, Sr. Barrio, el Gobierno Vasco subvenciona el vascuence en Iparralde, lo mismo que el de Cataluña subvenciona el catalán en el Rosellón y la Cerdaña». ¿Por qué la interpelada no ha confundido al protestón 'popular', tapándole la bocaza con una razón tan simple, que la entiende hasta un payés, y que como vasco le habría hecho avergonzarse de su tacañería? (...¿Cómo? ¿que esa razón no existe? No, no me diga. Catalanes...)

Hasta aquí, sinceramente, había deseado pleno acierto para la nueva Consejera. Ahora que mis votos no han sido escuchados, sólo me queda desearle vuelva de su acuerdo, no tanto por el bien del vascuence (que también), como por el bien de la ciudadanía.

jueves, 25 de junio de 2009

Los euskaldunberris y lo irracional (o lo que va de ayer a hoy)





Ordenando unos libros viejos en mi desván, remanece uno olvidado. Su fecha: 1975. Su título: Euskaldun berriEKIN EUSKARAZ ('Con nuevos vascongados, en vascuence'). Autoría: Askoren artean, pone en la cubierta, 'Entre muchos'; un kolektibo, como ahora se dice.

En efecto, era un conjunto de repuestas a una inkesta (encuesta) dirigida a nuevos euskadunes, que lo eran entonces, con tres preguntas básicas:

  1. ¿Cuándo y por qué empezó usted a aprender vascuence?
  2. ¿Qué es y de qué sirve para usted el vascuence?
  3. ¿Cómo ve usted el porvenir del vascuence?

No hay análisis de resultados, por tanto, tampoco interpretación de los mismos ni conclusiones o propuestas de futuro. Es, por así decirlo, la encuesta como género literario. O más prosaicamente, como pretexto para crear conciencia y estado de opinión, todo ello dirigido, en la línea del agitprop en la izquierda abertzale de entonces.

No era un libro anónimo. Todas las respuestas eran personales, con ficha de cada autor y su retrato. Además, en portada interior figuraban dos autores de un prólogo, en realidad un 'A modo de prólogo-manifiesto de los moderadores', con la prevención (entre paréntesis): bizkaitar erara, 'a la manera bizkaitarra'. Estos autores de la idea, autoencuestados también ellos mismos, viven todavía: Xabier Kintana Urtiaga (Bilbao, 1946- ), escritor y académico de la Real de la Lengua Vasca, secretario de la Docta Casa, y Joseba Tobar Arbulu (Santurce, 1945- ), ingeniero industrial y experto en economía, profesor de la UPV.

La dedicatoria es intraduciblemente clara: A los que se esfuerzan por hacer nuestro país cada vez más Vasco, cada vez más País. Aproximo así los términos respectivos, que son obviamente Euskal y Herria. Aprovecho también para aclarar que la versión castellana de textos o citas es mía, siendo yo responsable de las inexactitudes y errores de interpretación, con la venia y mi respeto a cada uno de los autores, vivos y difuntos.

Hay un lema inaugural de Arturo Campión que dice: "Entonces me avergoncé de llevar en las venas sangre euskalduna, y no saber la lengua original de los euskaldunes." Y cierra el libro Joan Clavería (1636; sic, por 1666), con el comienzo de su famosa invectiva en verso contra Garibay y Echabe,«porque siendo euskaldunes, escribieron sus 'historias' en castellano»:


Bvrlatzen naiz Garibaiez,
Bai halaber Etchabez,
Ceñac mintçatu baitire
Erdaraz Escaldunez.

Ecen cirenaz guerostic,
Escaldunac hec biac,
Escaraz behar cituzten
Eguin bere historiac.


Es de notar que esta última cita del cura suletino viene sin comentario alguno (sólo modernizando la ortografía), como si lo más natural del mundo hubiese sido publicar Esteban de Garibay su magno Compendio historial (1570-1572) en vascuence, y otro tanto el pintor y ensayista zumayés Baltasar de Echabe, afincado en el Nuevo Mundo, sus Discursos de la antigüedad de la lengua cántabra Bascongada (Méjico, 1607), donde plasmaba la tesis tubalina y vascoiberista postulada por el historiador mondragonés. Ya el padre Luis de Villasante (1961) puso de relieve el inconveniente literario de la pretensión de Clavería, y hasta el imposible físico de darle gusto.

En aquel tiempo, los autores publicaban para ser leídos y entendidos. Más o menos, como ahora, cuando no media la pasta gansa de la subvención. Otra cosa eran los repiques de campanario. Aquella academia levítica provinciana, benemérita y plácida, floreciente en el Bajo Pirineo a favor de vientos políticos muy especiales, tal vez tomaba demasiado a la letra la apertura del Euskara al mundo, cantada con énfasis poético por Etchepare, cuando su mundo eusquérico se reducía al pusillus grex parroquial, con sus devocionarios y lecturitas piadosas. 'Apertura al mundo': suena campanudo. Un desiderátum todavía no resuelto, a pesar del derroche de medios materiales, pues de poco sirve que una lengua minoritaria quiera abrirse al universo, si el universo conoce apenas su existencia, como para plantearse su influjo y utilidad. ¿Decirle al mundo, qué?

Como digo, es un trabajo-encuesta. En la página 35 figura el formulario de la misma, dirigida a euskaldunberris de diversa laya e ideología; con un aviso final: en previsión de la censura, los propios autores procedan a autocensurarse.

En efecto, aunque el librito aparece en diciembre de 1975 –Franco acababa de morirse el 20 de noviembre−, el prólogo de los dos autores lleva fecha algo anterior: 14 de junio. La transición política inminente ni siquiera se adivina en toda la obra, cuyas páginas se van rellenando en los inciertos estertores de una dictadura terminal. El 'prólogo-manifiesto' venía a coincidir, a pocas fechas de diferencia, con la creación de la 'Plataforma de Convergencia Democrática' (11 de junio 1975). Recordemos, el 27 de septiembre, el fusilamiento de cinco disidentes, tres del FRAP y dos de ETA, en un clamor internacional y enorme tensión interna.

Hay un detalle que no se debe pasar por alto. En el título, en la palabra euskaldunberri, el componente berri (nuevo) viene escrito separado y ostentosamente aspado con una cruz roja de San Andrés. En efecto, llama la atención esa tachadura y rechazo del calificativo berri, aplicado a los que aprenden vascuence como lengua adquirida, no materna ni, por lo general, temprana. Este tipo de misterios y criptogramas, tan del gusto vascongado, tendrá su explicación en el prólogo-manifiesto. Sencillamente, a los autores no les gusta ese remoquete de 'euskaldunes nuevos', que les recuerda el retintín de 'cristianos nuevos', mal vistos por los cristianos viejos de gruesa enjundia. Sin embargo, claro está que asumen su condición de nuevos, y hasta de abanderados de una causa vasca desamparada por la apatía de los propios euscaldunes.

Empieza el manifiesto haciendo breve historia del euscaldumberrismo, atestiguado al parecer desde el siglo XVII en Francia, con las figuras, siempre sacerdotales, de E. Materre y S. Puvreau. No más numerosa se presenta la misma afición a las letras vascas en el XVIII, con otros dos o tres nombres, J. Etxeberri, Mogel y el irlandés Meagher. El XIX luce ya una constelación eximia, todos extranjeros: Humboldt, Bonaparte, Van Eys, Schuchard, Vinson, Webster, Dogson, Uhlenbeck, Mucho menos brillante, la luciérnaga doméstica: Campión, Arana Goiri, Unamuno, Urquijo.

Por fin, la era actual se adorna con los nombres de Olabide, Arraindiaga, Lizardi, P. Lafitte, Umandi, J. Mirande, F. Krutwig, G. Aresti, Txillardegi y Peillen, «sin olvidar entre éstos a Norbert Tauer y René Lafon». En suma, la gran plétora de euscaldumberris agresivos, que esto sí que es otra cosa. Orillando a los pocos extranjeros, incluidos más a título de 'amigos de lo nuestro' que de 'nuestros', el pretexto de la encuesta ofrece una muestra representativa, algo así como la punta del iceberg del renaciente euskaldunismo. Como siempre, los silencios son elocuentísimos. Va a romper una nueva ola que, según el manifiesto, se caracteriza por su actitud dinámica frente al eusquera, en comparación con los simples 'vascos':

«Nosotros mismos, que al revés de algunos, somos incrédulos en cuanto a un origen celeste de la raza vasca, aplicamos el nombre de basco a los que siendo hijos de euskaldunes desconocen el vascuence»; los también llamados euskaldunmotz (Azkue), algo así como euskaldunes recortados, circuncidados o castrados.

Sólo el vasco que posee la lengua piensa en vasco y es consciente de su propia 'euscaldunía', a diferencia del deseuskaldunizado, que sólo retiene su 'vasquía' –¡pues eso faltaba!− y es, por así decirlo, un producto degenerado (produktu endekatu)... Pero no todo está perdido para éste. ¿Solución? Recuperar la lengua. Con ella el vasco recobra aquella condición original perdida, la euscaldunía. Ese es el milagro, que naturalmente sólo se da en los vascos de origen.

El que no es ni siquiera vasco, ése también puede aprender vascuence, y llegar a dominarlo tan bien o mejor que el oriundo. Mas nunca será lo mismo, porque nuestro chico aplicado no vasco adquiere algo, el idioma (que no es poco), pero ahí se acaba todo para él, pues al no ser vasco, el infeliz nada tiene que recuperar. Eso sí, ya es hora de barrer ese mito moderno del vascuence difícil o imposible. Dificultad o facilidad especialmente llevadera para el vasco de sangre, por aquello de 'la dulzura del pezón materno'. En verdad (y aquí ya desbarro por mi cuenta), el recurso al racismo celeste huelga. Con el terrestre hay más que de sobra.

No me voy a entretener en disecar el 'manifiesto'; no tengo espacio ni tiempo para hacerlo ahora. Después de todo, se trata de la misma experiencia de transfiguración vivida por el padre fundador, Sabino Arana, cuando (dice el texto) por fin se animó a quitarse la hoja de parra que le tapaba su vergüenza de euzkotarra bastardo, regenerándose a través de la lengua ancestral.

Como decía al principio, un libro olvidado. ¿Lo tendrán olvidado también sus autores? En todo caso, recordarlo debe provocarles gran ataque de risa:¡Qué ingenuos éramos! ¡Qué chorradas discurríamos para dar un aura trascendental a una cosa tan simple como es estudiar un idioma! A menos que… el vascuence sea algo más que un idioma: el idioma, nuestra esencia y razón de ser euskaldunes.

¿Cómo y por qué se aprendía vascuence bajo el franquismo?

Muchos de los encuestados recuerdan pertenecer a familias resentidas de la pérdida del vascuence. Así, motivaciones aparte, casi nunca falta un sentimiento culpable y una voluntad de redención. Hay algo de 'conversión' en ello. En algún caso, como el de Hendrike Knörr Borrás, reconversión tras recaída: «¡A la quinta, la vencida!» Y va y se encierra –'inmersión', que se dice hoy−, hasta salir euskaldunizado.

Otra característica muy compartida es el autodidactismo. Leyendo testimonios –incluido el del autor principal, Xabier Kintana, el más extenso y minucioso de todos, con gran diferencia−, vienen a la mente experiencias incluso anteriores, cuando el autodidacta, tras agenciarse su Zamarripa y demás bártulos, hincaba el diente a las manzanas del árbol de Martín y ordeñaba (siempre gramaticalmente) la vaca del hijo del vecino.

Las razones que movieron a los nuevos quijotes a su aventura parecen sinceras, aunque llevan aureola. Hay quien al parecer 'oyó voces', la llamada del bosque primigenio, del caserío. Se habla de 'deber de raza', de 'proyecto de pueblo', incluso de 'prestigio social' de lo vasco (frente a la situación de las generaciones anteriores)… En esto último, no se reconoce lo mucho que este incipiente 'prestigio' debía de hecho al dictador; sobre cuyos hombros recae en exceso la culpa de haber sido poco menos que el primer causante de la regresión del vascuence. Otro día entraré más por menudo en estas y otras razones en pro del euskera, todas ellas igualmente irracionales. Señalaré aquí la baja frecuencia de una motivación primaria racional, casi exclusiva de los aficionados foráneos: la curiosidad científica del propio vascuence dialectal como fósil lingüístico solitario.

Lejos estaban nuestro pioneros de sospechar la bonanza que se les venía encima. Ya en plena fiebre del oro, con el viejo legado ancestral sublimado a la categoría de fuente de ingresos y medio de vida, aquel quijotismo juvenil hará sitio a un sentido práctico envidiable, a favor de una política lingüística de Cucaña.

Sorprendente. Ni uno solo de los encuestados aduce una razón práctica para su aventura. Nadie dice, por ejemplo: «Decidí ponerme a estudiarlo por motivo profesional. Mi vocación era de profesor de vascuence. Pensé que como médico, abogado, tendero, guardia municipal etc., esa lengua podría ser de utilidad.» Las razones de hoy, por lo visto, no lo eran ayer. Decir en tiempos de Franco que se aprendía euskera por si mañana otro día, en Euskadi, fuese necesario para obtener un puesto de trabajo, habría sido realmente peligroso, no tanto por la represión como por la camisa de fuerza. Hoy esa es la respuesta más socorrida. También la más lógica y racional, en las circunstancias presentes y por absurdo que parezca. Después de todo, la situación masoquista que aguantamos hoy es la prevista por Sabino Arana para su república ideal, Euzkadi: pan y trabajo, sólo para el que lo pida en vascuence.

Nos preguntamos, entonces, cómo se pudo pasar en tan breve tiempo de una situación romántica, quijotesca, minoritaria, incluso elitista que reflejan las diferentes opciones de esta encuesta, a la situación creada por la Ley de Normalización lingüística, con sus intérpretes talibanescos y sus apremios de normalización, de inmersión, de imposición…

En unos pocos años es imposible que toda una población heterogénea dé media vuelta, para convertir en obligación general y yugo para todos, lo que hasta el fin de la Dictadura era opción minoritaria, idealista, desinteresada... Esas cosas no ocurren, y menos por sí solas, y en beneficio de unos pocos. Tuvo que haber y hubo, en efecto, una voluntad de cambio, pero no en la sociedad, sino en grupos de presión que supieron imponerla, mediante el juego político del toma y daca, sonsacando al conjunto del Estado español la aprobación de unas leyes de ámbito local nunca explicadas a los propios interesados.

Una clave nos la da de forma desinteresada el otro autor del libro, Joseba Tobar. El apellido, salva la variante gráfica, es el mismo de otro gran vascólogo que fue Antonio Tovar, no sé si euscaldumberri; de todas formas, no incluido en la encuesta ni mentado entre los representantes de la nueva ola. Es también el apellido Tovar/Tobar castellano, enlazado con los Velasco/Belasco, por ejemplo en el Marquesado de Berlanga, que trajo sordomuditos. Pues bien, prestemos atención a este breve mitin de despedida de Joseba Tobar, sobre el futuro activo de la lengua vasca:

«La situación actual del euskara, por lo que toca a estima social, es mejor que la de años anteriores. Ahí están esos 10.000 estudiantes que aprenden euskara, y los 35.000 niños de ikastolas, un buen testimonio. Ahora bien, no nos engañemos: el euskara no vivirá si no se da un cambio total en cuanto a la situación legal. Algunos, y no sólo desde las izquierdas, proclaman que el bilingüismo mismo no sería un punto de partida suficiente, pues atribuir al euskera una mera situación de igualdad equivaldría a justificar su retroceso hasta ahora respecto al castellano, y de facto, su posición de vasallaje. ¿Es demasiado pedir que la lengua de casa sea en casa la 'primera lengua'?»

Qué temores podía infundir a los autores del libro la censura franquista, con tanto niño escolarizado en vascuence, es algo que no se me alcanza. Si esto era autocensurarse, la cosa no debía de andar muy achuchada. En todo caso, bien se ve que unas opiniones muy particulares sobre un proceso, que bien podríamos comparar a una 'reacción endergónica', de muy improbable desarrollo espontáneo, se materializaron de forma catalítica, con celeridad nunca vista y, por supuesto, sin pedir permiso a la sociedad. Es decir que,

  1. o bien esas ideas eran comunes en la sociedad plural, sin que ésta se percatara y, lo que es más, sin que los propios ideólogos tuvieran de ello noticia;
  2. o bien (lo que es infinitamente más verosímil), en los foros de decisión política de la transición, sobre el tema lingüístico en particular, hubo transacciones y arreglos en que se prescindió por completo de todo remilgo democrático.

Sea como fuere, a vista del resultado, mejor que los versos injustos de Clavería para cerrar el libro habría estado el lema de Etchepare (1545) –el mismo que ayer veíamos atribuido por la filóloga eusquérica y ex consejera de Cultura Miren Azkarate a «Axular, en 1645, creo»−:

Debile principium melior fortuna sequatur.
(A débil principio, mejor fortuna suceda.)

Seguiremos con el tema.



domingo, 21 de junio de 2009

El ‘conflicto’: he ahí el conflicto



No todo en ETA es lógica, pero alguna hay. Después de todo, tampoco en la lucha contra ETA faltan ramalazos carentes de toda lógica, y hasta de sentido común.

La lógica insensata etarra es capaz de aprovechar su peculiar celebración aniversaria de uno de sus mayores 'éxitos', la masacre indiscriminada en Hipercor de Barcelona (1987), para empezar a cumplir su nueva amenaza de ofensiva 'a sangre y fuego', como ha hecho al pie de la letra, abrasando vivo al inspector de policía don Eduardo Puelles (q. e. p. d.). Ha sido la respuesta de la banda terrorista al cambio de gobierno en Euskadi, con la sustitución de un lendacari mirado por ellos como adversario, aunque 'blando' y al fin nacionalista, por otro inaceptable, porque no le ven ni pueden verle como de los suyos.

A esa lógica primaria pueden sumarse otros considerandos, como la lógica errática de la Justicia en su lectura de la Ley de Partidos. Pero sobre todo se da una conexión temporal –aunque casual y no causal, es de suponer– con las tesis de Arnaldo Otegi el día 18:

  1. ETA obedece fundamentalmente a la existencia de un conflicto político.
  2. Guste o no, ETA no va a ser derrotada policialmente
  3. La desaparición de ETA depende de que el conflicto se resuelva en su totalidad.

Poco antes, el mismo líder político había sido objeto de una 'entrevista' apañada con el bufón televisivo Jordi Évole, el Follonero, para 'Cadena 6', quien aparentemente le abordaba por sorpresa para arrancarle una condena explícita del terrorismo. El curtido Otegi, por supuesto, eludió tal condena y aprovechó la publicidad gratuita que le brindaba el majadero, para llevar el agua a su molino del conflicto entre el Pueblo Vasco y el Estado Español. Excelente actor, hizo alarde de tablas para presentarse, una vez más, como 'hombre de paz'. Tan campechano él, como para perdonar la vida a España y echarle una manita, si un día necesita el voto vasco en Eurovisión, pues fuera del dichoso conflicto, aquí no tenemos nada personal contra los españoles.

Eso mismo que Otegi afirmaba el jueves lo sostenía el viernes 19 la propia ETA, comentando su último atentado mortal: «La muerte del policía nacional Eduardo Puelles García, así como las detenciones de la última semana, o la desaparición de Jon Anza, han vuelto a poner de manifiesto la crudeza del conflicto político que vivimos en Euskal Herria.» Aquí figuran explícitas la primera y tercera de las tesis citadas, quedando implícita y sobreentendida la segunda, al referirse al toma y daca de golpes, sin tregua a la vista.

Al margen del juicio que cada cual se haga de todo ello, hay una cosa clara: las tres tesis de un representante típico de la izquierda abertzale más radical, y que son las mismas de ETA, coinciden bastante, si no al pie de la letra, con las de líderes y portavoces del nacionalismo llamado moderado y democrático. Para todos existe un mismo nudo de la cuestión vasca, con un mismo nombre: el conflicto.

Dicho así, con artículo determinado, cualquiera diría que se habla de algo perfectamente conocido y unívoco, cuando la realidad –y ya está dicho más veces en esta bitácora– es que se trata de una situación compleja, en parte inextricable, en parte también artificiosa, donde sólo por sinécdoque violenta y antonomasia muy forzada puede parecer que todos nos referimos a la misma cosa. Y no es así.

  1. Partiendo de la premisa de un pueblo vasco con entidad nacional y con voluntad de convertirse en estado soberano por vías democráticas, podrá hablarse de conflicto interno (uno o más), si resultare lo que parece cierto, a saber, que en la ciudadanía vasca no hay acuerdo sobre el particular. Desacuerdo, de entrada, si una gran parte se acoge al principio jurídico del statu quo y de la melior conditio o ventaja del posesor pacífico. Y nada digamos, si la discrepancia se extiende al modelo de estado, o incluso al número de posibles estados independientes.
  2. Si, en la hipótesis de una concordia interna, fuesen otras comunidades autónomas del Estado y, en definitiva, el propio Estado español el que cerrara el paso al soberanismo vasco, he ahí otro conflicto que nada tendría que ver con el, o los anteriores.
  3. En fin, por no multiplicar supuestos, tenemos el caso de una facción que ha decidido imponer su modelo político, y forzar su logro por vías no democráticas, incluido el terror. He ahí otro conflicto añadido, y por cierto, un conflicto prioritario, pues la mera interferencia violenta y antidemocrática vicia cualquier intento de abordar los demás conflictos.

No le demos vueltas: aquí hay un metaconflicto, un superproblema que estriba en delimitar y definir conflictos más o menos solapados, que podrán resolverse o no, pero siempre previa eliminación del conflicto que genera la propia ETA. La cual, contra la tesis 1) de Otegi y de los que piensan como él, no obedece a ningún conflicto –al menos, a ninguno de los que encajan en democracia–, y ya no sólo 'está de más', como tanto se repite entre nacionalistas, sino que debe ser combatida por todos los medios legítimos, hasta su derrota total, si no se rinde.

La transición democrática se hizo con buenas dosis de ingenuidad y no sin algo de estulticia, como condimento. Cuando ETA liquidó a Carrero Blanco, mucha gente se figuró que la organización vasca era una aliada de la democracia contra el franquismo. Quién sabe, con aquel magnicidio, hasta se le debía la misma posibilidad del cambio. Pero las cosas son como son, no como la gente guste de verlas. Y la verdad es que ETA jamás tuvo en su programa devolver la democracia a los españoles. Ni a los vascos, para ser exactos, pues ya les tenía cortado a medida un modelo de sociedad. En cuanto a España, mejor humillada, desaparecida y olvidada, por ese orden.

De aquella ilusión pudo derivar otra más peligrosa, que fue poner la naciente Comunidad Autónoma Vasca en manos del nacionalismo, como si la ejecutoria de éste desde la República le hiciese recomendable bajo algún concepto, premiándole incluso por haber aplaudido más fuerte que nadie aquella hazaña expeditiva de ETA, que de un solo tajo cortó lo tan bien atado por el Caudillo. La realidad vino a demostrar muy pronto lo nada de fiar que era cualquier nacionalismo para regenerar una democracia plural y moderna.

No tengo idea de cómo se llegó al acuerdo, ni entre quiénes, para imponernos como bandera comunitaria la de un partido fundado precisamente para enfrentar a la población mitad por mitad, vascos contra maketos, con la ikurriña como signo de contradicción entre unos y otros. Con ese disparate como principio, hasta los más optimistas patriotas abrieron los ojos como platos, sin acabar de creerse su ventura. Tontos habrían sido, no aprovechando su primera Edad de Oro para imponer su mitología, incluido su conflicto imaginario, que sin comerlo ni beberlo llevamos a cuestas, seamos o no nacionalistas.

Hay una parábola que se ha hecho clásica, para desgracia y vergüenza de todos nosotros: 'el árbol y las nueces'. El que la inventó podrá pasar por miserable o algo peor, pero no por indocumentado. Iluso, eso sí tal vez, si le pasó por la cabeza que ETA, tras su victoria, entregaría en bandeja al nacionalismo 'democrático' la Patria Vasca salvada por sus gudaris a precio de envilecimiento, cárcel y bajas propias. ETA nunca ha hecho un secreto de su modelo de patria, estado y sociedad. Según eso, hay que ser muy cándido para imaginar una recogida tranquila de nueces. A menos que el de la parábola fuese también un Maquiavelo dispuesto a recibir a los sacudidores del árbol con los brazos abiertos para el abrazo del oso. Menuda perspectiva…

Menuda, sí. Pero hay que tomarla en cuenta, porque ese sería el gran conflicto, el definitivo que cerraría la etapa conflictiva presente, para ser la madre de todos los conflictos que nos aguardan.

jueves, 18 de junio de 2009

Hoy se lee Peru Abarca




Hoy 18 de junio, en el Teatro Arriaga de Bilbao.

Lectura pública de la obra Peru Abarca. de 8 de la mañana a 8 de la tarde.

Organiza el euscaltegui Bilbo Zaharra, por encargo del Área de Cultura (Euskera) del Ayuntamiento de Bilbao, Bilboko Udala.

Con que Bilbo. Allá el nombre, para quien le guste. Insultar así al Bilbao de Unamuno, a mi Bilbao, es y será un disparate toda la vida, para ignominia de la Academia de la Lengua Vasca.

Y gracias a que en el Ayuntamiento manda quien manda, pero sobre todo, gracias al Athletic, por quien la Villa de Don Diego es conocida en el mundo entero por su único y auténtico nombre. Lo que es por lo euskotalibanes, el día menos pensado me despierto 'bilbotarra', incluso en castellano.

Con la toponimia vasca se vienen cometiendo despropósitos sin perdón de Dios. Se encorseta el mapa, se nivelan localismos de forma mecánica, indocumentada o mal entendida. Resultado empobrecedor. Procurando, eso sí, premiar como vascas de verdad las formas más alejadas del 'castellano' (¡?)…Pero vamos a ver, entre tantos miles de topónimos que cubren este país, ¿es creíble que haya tan pocos idénticos en vascuence y en la 'lengua oficial del Estado'?

Y lo más raro y sospechoso, la facilidad con que los nativos de cada pueblo acogen tanto rebautismo. Incluso con fruición. Cuando lo normal sería lo contrario, una sana remolonería en cumplir las ordenanzas.

Algún día volverá la sensatez, y aprenderemos a distinguir entre coloquialismos e hipocorísticos por un lado, seudocultismos escribaniles por otro, y entre los dos extremos viciosos, esas formas vivas que siempre hemos conocido, machacadas por la apisonadora batuesca y oficialesca.

¡Y Bilbo Zaharra, para decir Bilbao la Vieja! ¿Qué pinta esa hache y esa segunda a en un topónimo vizcaíno? Lo dicho, eso será una traducción al batúa, pero nunca el nombre auténtico de un rincón histórico entrañable allende la ría. Bilbo Zaharra no es más que el nombre de un euskaltegi. Peor para el euskaltegi.

De pura lástima, casi me olvido de Peru Abarca.

Es la obrita del presbítero Juan Antonio de Moguel (1741-1804), párroco de Marquina. Descendiente de médicos y cirujanos, su padre Juan Ignacio Moguel Almazán fue un ilustrado, de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. El hijo sería el primer escritor distinguido en vascuence vizcaíno, aunque dominaba todos los dialectos de la lengua vasca. Y aunque escribió varias obras y ensayos, su fama se basa en la que hoy se lee íntegra en público, Peru Abarca.

Ayer me puse en contacto con Cultura-Euskera del Ayuntamiento Bilbaíno, preguntando si la lectura se haría por el original vizcaíno, o traducida al vascuence unificado. No supieron darme razón, y me remitieron al euscaltegui de tan feo nombre. Llamo, repito la pregunta, y le reacción, muy de aquí, no se hizo esperar:

«La lectura es en vizcaíno… Pero oiga, ¿quién es usted? ¿por qué lo pregunta? ¿qué es lo que quiere saber?...»

Natural. Ese género de preguntas entre nosotros es de lo más mosqueante. Se puede uno interesar por el lugar del acto, por la hora, por si abre la lectura el señor Alcalde, o incluso por si hay traducción simultánea a las lenguas propias de Galeusca. Pero, ¿preguntar si se lee en batúa o en dialecto? ¡Vaya usted a saber, con qué intenciones viene un tipo que, encima, saluda y hace la consulta en castellano!

«Quién es usted?...» A punto estuve de descubrirme como Belosticalle, o Belosti a secas. Preferí lo otro, callar, como desconocido que soy, y nada profeta en mi tierra. Relacionarme con esta bitácora sólo podría empeorar las cosas.

En cualquier caso, excelente ocasión para releer, después de tantos años, una obra casi olvidada.

¿Qué es Peru Abarca? 'La primera novela vizcaína', se ha dicho y repetido, siempre con reparos. Y con razón, porque no es una novela. Su género literario es el diálogo instructivo, que tanto se cultivó en el Siglo Ilustrado, como secuela del diálogo renacentista. El tema principal de conversación es la lengua vascongada en todos sus aspectos, con especial énfasis en su léxico y pureza, propiedad, riqueza, proverbios. Según eso, la referencia obligada en castellano es el Diálogo de la lengua, de Valdés. Ya en el espíritu empírico de la Ilustración, se rompe el molde estático, buscando el contacto directo con realidades tangibles y situaciones prácticas. Pero a diferencia de tanto coloquio insípido que produjo aquella época tan pedante y moralizante, el Peru Abarca entronca con la tradición lucianesca, jocosa y satírica, con precedentes del Siglo de Oro, como El Viaje de Turquía, o El Crotalón.

Como todos los diálogos extensos, la obra se divide en episodios o jornadas, que Moguel llama 'autos', es decir, actos, como los de una comedia. He ahí otro punto de referencia, la tragicomedia más conocida como La Celestina, que también se divide así.

Ahora bien, quien quiera seguir diciendo que es 'novela' dialogada, añada al menos el adjetivo 'picaresca'. Ya el mismo título completo lo sugiere: El Doctor Peru Abarca, Catedrático de la Lengua Vascongada en la Universidad de Basarte. 'Basarte' hace alusión al medio rural cerrado y asaz asilvestrado, donde Peru, 'un rústico solitario' ha aprendido todo lo mucho bueno que sabe, o cree que sabe, presto a ejercer magisterio coloquial en la persona de maisu (maese) Juan, 'un barbero callejero'.

Ambos se conocen fortuitamente en una taberna-ventorrillo, pasando de la desconfianza a la franqueza y amistad, ya desde la segunda jornada, en que el barbero declara su admiración por lo bien que se expresa en vascuence el aldeano. No necesita más Peru para tomarle por alumno, invitándole a su casa, convertida para el efecto en un 'euskaltegi'. Así se van sucediendo los 'autos', hasta seis, en que se da por cumplida la formación, entre filológica, cultural y catequética, del pobre diablo.

Porque eso es maese Juan, un pobre diablo, que sólo a primer golpe de vista engaña al sapientísimo patán, por su traje elegante y su estudiada distancia, alardeando de triple título por Madrid y una formación moderna, muy lejos de los clásicos barberos y saludadores a la antigua. Sorprende como Moguel encarna el oficio de sus abuelos en un personaje con más apariencia que fuste, y que a la primera de cambio se revela un bribón con poca moral, que por no pagar a la ventera que pretende estafarles, atenta contra su integridad física y por poco la mata. El hombre tiene curiosidad, pero su saber depende de libros y apuntes que él mismo toma a cada paso, en la tradición de los médicos con su cuaderno de notas o rapiario.

Todo lo contrario Peru, el iletrado, debe sus conocimientos a la observación y reflexión, en una existencia con impresiones muy limitadas. Pero su sabiduría es, por así decirlo, innata, o al menos infusa a través de algo que le es connatural: el eusquera, la lengua primigenia. El autor no lo dirá expresamente, porque como clérigo sabe que la lengua del Paraíso debió de ser el hebreo. Pero a la vez que recuerda la génesis del lenguaje en boca de Adán, cuando éste puso a cada ser su nombre propio, Moguel presenta al omnisciente Peru como dominador de una lengua igualmente capaz y expresiva de las esencias de las cosas.

Otros personajes intervienen en los autos del diálogo: la vieja tabernera o ventera y su criada; los hijos de Peru (uno de ellos, estudiante); unos ferrones de una fragua que se visita, para muestra de dominio léxico del aldeano, extensivo a todo arte y oficio; unas obreras que elaboran la fibra de lino, más una hija del mismo Peru, que es tejedora; dos visitantes vascos, labortano y guipuzcoano, como representantes de sus dialectos; un cura cazador, igualmente aleccionado por Peru (esta vez en etimologías); y por último un alguacil que introduce un minuto de suspense, pues en principio debería detener al barbero por su fechoría. Cosa que no ocurre, porque Peru encubre a maese Juan, y la justicia sale burlada.

Mucho se ha hablado del ideal moral ultraconservador que Moguel pretendería inculcar con su 'novela', amén de fomentar el buen vascuence representado por el vizcaíno de Marquina. No entro en ello. Lo que sí digo es que, tal como se desarrollan los autos, el Peru Abarca resulta mucho más cómico y divertido imaginándolo escrito por un ilustrado escéptico y crítico para con la sociedad vasca que le rodea, a la que satirizaría de forma críptica y sibilina.

Por supuesto, ese 'como sí' es indemostrable, y seguramente falso, pues Moguel fue toda su vida un cura ejemplar, y más que celoso, familiar del Santo Oficio. Sin embargo, con el Peru Abarca sucede un poco como con el Quijote, que a menudo no sabe uno a qué carta quedarse, en cuanto a la intención de Cervantes. Dicho sea sin ánimo de comparar ambas obras, salvo en el detalle de su lectura en público.

Se dice que Moguel escribió hacia el final de su vida. Sin embargo, el vasco francés se presenta como un desertor de la guerra declarada por España a la Convención (1793-1795), a modo de cruzada o guerra santa, en que salimos malparados, sobre todo por el Pirineo Occidental. Cataluña se portó mejor, a las órdenes del general Antonio Ricardos, hasta la honorable paz de Basilea.

Quedémonos, pues, con unos diálogos graciosos a su aire, en pro del purismo lingüístico referido sobre todo al léxico, pues fuera de eso y de sus castellanismos, el barbero se expresa con igual corrección gramatical y sintáctica que Peru.

Lectura pública muy indicada en Bilbao para la promoción de una lengua doblemente 'propia' (como vascuence y como vizcaíno), y más bajo el patrocinio de un euscaltegui que lleva su nombre, aunque sea tan desfigurado e infeliz como Bilbo Zaharra.

lunes, 15 de junio de 2009

Seny y discreción





«Un juez de Barcelona…»
La expresión nos resulta familiar como comienzo de una noticia. Por supuesto, cualquier juez puede aspirar a ser noticiable, y otros jueces no de Barcelona, ni siquiera catalanes, lo consiguen. Sin embargo, ahí están esas 10.600 referencias que salen, si uno le tienta a Google con la citada cadena de caracteres.
«Un juez de Barcelona…
… absuelve al segundo violador del Ensanche…
… absuelve a un joven que dejó morir de hambre a su perro…
… condena a un nudista, a pesar de saber que el nudismo no es ilegal…
… confirma el cierre de un bar…
… tumba otro intento de las operadoras contra la tasa local…
… censura el 'decretazo'…
… tiene dudas de que el canon sea justo…
… anula una sentencia dictada minutos antes por él mismo…
… cita un filme de Walt Disney para dictar condena…
… emprende una cruzada contra el Código Penal.»
Realmente, si nuestro Código es tan malo que hay que recurrir a las películas de Disney para sustanciar el Derecho, se comprende la cruzada del juez. La misma perplejidad nos embarga ante redacciones como ésta: «Un juez de Barcelona ha absuelto a un hombre acusado de maltratar y golpear a su mujer».
Pero no es mi intención tocar al foro secular, sino comentar otra noticia relativa al foro eclesiástico. Si en la búsqueda gugueliana reemplazamos juez por párroco, dos cosas llaman la atención. La primera, la relativa parquedad de resultados (233). La segunda, que casi todos ellos se refieren a un mismo párroco y un mismo caso, que ha sido noticia ayer y anteayer en toda la prensa nacional:
«Un párroco de Barcelona se niega a dar la primera comunión a una niña que padece del síndrome de Down».

Para no repetir lo que ya todo el mundo conoce, baste una referencia que parece fiable. El hecho ha generado interpretaciones diversas y hasta contradictorias. No hay más que asomarse al listado de 'opiniones' de cualquiera de los periódicos, donde hay para todos los gustos.
Los opinantes en su mayoría se muestran adversos, incluso airados. Hay quienes invitan a la represalia pecuniaria (estamos en Cataluña), omitiendo la cruz al clero en la declaración de la renta. Alguno es más expeditivo: «Hay que desertar(¿?) al cura del pueblo». Tampoco se echa de menos la jurisprudencia: «Esto ya pasó hace años en Sant Julià de Vilatorta con Mossén Jaume, el párroco del pueblo (aún en activo), que pertenece al Opus Dei…» Un agitprop aprovecha la ocasión y exige: «Primera Comunión por lo civil, ¡ya!» No podía faltar el diagnóstico nacionalista: «La gente no se imagina cómo está la Iglesia en Cataluña. Un altísimo porcentaje de curas son más políticos que curas; y si no, que les pregunten a los integrantes del Foro Joan Alsina.»

Por supuesto, el párroco también tiene partidarios. Si la niña Carla, la paciente, ha demostrado en efecto ser deficiente mental profunda, hasta no discernir el pan eucarístico del pan cotidiano o común, entonces tendría razón mosén Josep Lluís Moles, el párroco de Teià (Barcelona), al decidir que la pequeña no necesita la comunión, aunque luego lo explique con un circunloquio eufemístico: «porque es un ángel de Dios». ¿Tanto puede un simple cromosoma de más? Porque esa es la causa asociada al síndrome, que antes se llamaba crudamente mongolismo. Con todo, lo más curioso es ver esa misma idea suscrita por otro opinante en este contexto:
«Vaya por delante que no soy católico. Ni siquiera religioso. Y sé perfectamente que lo que voy a decir no es políticamente correcto… Entiendo que para recibir un sacramento hay que ser plenamente CONSCIENTE. No se trata de integrar a esta niña con sus compañeros, o que pase un día contenta. No se trata de hacerle una gracia a sus padres. Actualmente la comunión para los niños se ha convertido en un festival familiar y social, pero creo que debería prevalecer su significado. En síndrome de Down, ¿es consciente de lo que está haciendo en la comunión?»
Tiene toda la razón el señor laico. A mí también me sorprendió, en un transporte público, un diálogo entre jovencitos, sobre dónde habían comulgado la vez primera:
Yo en la parroquia del Carmen.

Yo en mi colegio, el Urdaneta.

Pues yo en la capilla del convento de mi tía la monja.

Yo no hago la comunión. No somos practicantes…
¿Y tú, dónde has hecho la comunión?

Yo, espera... ¡ya!, en la 'Casa Vasca'.»
Debo añadir que nadie del grupo se rió de la salida. Muchos restaurantes anuncian (y dan o sirven) 'bodas, bautizos, comuniones'.
Pero si algo no ha podido estar ausente en el caso catalán es la voz del seny. Hablemos, pues, del seny.

Recuerdo mi primer contacto con el seny. Acababa de poner por primera vez los pies en Barcelona y subí a conocer Montserrat. En el viaje me tocó al lado un caballero con ganas de conversación. En cuanto me sonsacó que yo era de Bilbao, iba a decir que me felicitó, pero más bien se felicitó a sí mismo por ello:
–Los vascos y los catalanes tenemos mucho en común. Ustedes los vascos comparten con nosotros algo de esa característica tan catalana, tan nuestra: el seny
–Ya, el sentido común…
–No exactamente, oiga. Sentido común, sensatez, cordura, buen juicio; todo eso, y mucho más. El seny es intraducible, y es muy difícil que el no catalán comprenda el alcance de…
Sorprendente. Al cabo de tantos años, aquella explicación recibida de un eventual vecino de asiento vuelvo a encontrarla, casi en los mismos términos, y me pregunto si el mismo individuo, algo más joven que yo (y por ende, muy posiblemente vivo todavía), habrá sido el autor de la entrada seny
en la Wikipedia.

Renuncio, pues, a comprender esa cualidad positiva que yo mismo, como vasco, en alguna medida debo de poseer, aunque no con la propiedad del identitario catalán. Como renuncio también a traducirlo o definirlo. En vascuence, aberri no es una patria cualquiera, sino 'la patria vasca'; como ikurriña es la bandera vasca, o erztaina un policía vasco. Pero patria, bandera, policía, al fin. Con seny la cosa se pone más difícil. No tiene equivalencia, y decir 'seny catalán' es un pleonasmo tan grande como el Tibidabo.
Otra cosa me enseñó aquel primer maestro catalán –que por cierto, también me salió luego catalanista–: para iniciar una aproximación provechosa al seny, nada mejor que acudir a su quintaesencia, es decir, El Criterio, de Balmes, cuya lectura me recomendó como indispensable. Más tarde he tenido amplia oportunidad de constatar cómo, en efecto, bastantes catalanes llevan un chip del Criterio balmesiano en el disco duro de la mollera.
De todo aquel fárrago –que si las 'víboras de Aníbal', o la 'mudanza de don Nicanor en breves horas', etc., yo me quedo con un capítulo: 'el hombre riéndose de sí mismo'; el que, por la práctica, parece que interesa menos a los propios catalanes.
Volviendo al tema. Esté tranquilo mosén Josep Lluís, que no seré impertinente con él. Eso sí, voy a recordar un ejemplo autorizado. Es un caso muy repetido en la Edad Media, cuya primera versión en Occidente se remonta a san Gregorio de Tours (siglo VI), que lo sitúa apud Bituricas, o sea en la ciudad de Bourges:
En una escuela primaria, los niños hacen su primera comunión. Uno de ellos, que era judío, también comulga. Al saberlo su padre, que era vidriero, monta en cólera y le mete en el horno encendido. La madre suplica en vano, sin poder hacer nada, hasta que se apaga el horno. Entonces aparece el niño dormido, ileso. Una señora con un bebé en su regazo le ha protegido de las llamas. La población cristiana exulta. El niño es bautizado, la madre se convierte. El padre judío es condenado al horno.
Esta leyenda se hizo muy popular, primero en anglonormando y francés, luego en otras lenguas. En castellano la recoge Alfonso el Sabio en las Cantigas, añadiendo de su cosecha los nombres del padre y de la madre, Samuel y Raquel, que le venían de perlas para rimar con menino d'Israel.

En este relato hay algo que no casa: a santo de qué comulga el niño judío en la escuela. En efecto, la misma historia tuvo otra versión recogida en la Historia Eclesiástica del sirio Evagrio el Escolástico, un abogado coetáneo de san Gregorio. Y aquí la cosa cobra sentido, si como apunta el historiador, el hecho sucedió en Oriente, concretamente en Constantinopla. En efecto, entre los orientales era costumbre renovar la eucaristía dando a consumir las especies viejas a los niños pequeños. Desde el patio de la escuela, la chiquillería oye al sacerdote que les llama para repartir el pan santo, y acuden a todo correr, antes de que se acabe. Entre los rápidos estaba el judío, y lo demás ya lo sabemos.
Leyenda o sucedido, esta anécdota del antisemitismo ancestral sirva al menos para meditar sobre las vueltas que da la vida. Ya sé que una historieta no va a darnos respuesta para las preguntas vitales: ¿Por qué un 'ángel de Dios' no puede recibir la eucaristía, si también la llaman 'Pan de Ángeles'? ¿Por qué para comulgar se requiere un discernimiento y asenso nunca exigido para administrar el bautismo? ¿Debe implantarse la comunión civil, y bajo qué especies civimentales? ¿Puede un agnóstico ser un padre de la Iglesia? ¿es correcto, incluso en Cataluña, expresar mediante sanciones pecuniarias la discrepancia religiosa? ¿Pueden el seny y el sentido común ir cada uno por su lado?...
Demasiada metafísica para esta humilde página.

jueves, 11 de junio de 2009

El Islam con esfuerzo (de género)


«Dios mío, ponme entre los que renuncian a sus apetitos mundanos por lo religiosos, y no a los religiosos por lo mundanos.» (A. Shariati, ideólogo iraní de la Revolución Islámica)

«Vuestras mujeres son vuestra labranza. Id, pues, a vuestra labranza, como y cuando queráis» (Corán Sagrado, 2: 223)

El Islam con sus Cinco Preceptos básicos pasa por ser una religión sencilla. Sin embargo, asimilarlo a lo talibán requiere esfuerzo. Esfuerzo de género. Talibán carece de femenino.


El pasado lunes TVE-2 reponía Osama (2003), película del director afgano Siddiq Barmak (1962- ), breve historia documental sobre la condición femenina bajo el régimen talibán.

Antes de proseguir, propongo un convenio. Todo el mundo sabe que talibán es el plural (uno de los plurales) de tálib, en árabe, 'estudiante' –el que estudia o investiga, para el caso, el Corán y los preceptos de la sharica islámica–. Siendo plural, no tendría sentido hablar de 'talibanes'. Sin embargo, a menudo se ignora el carácter formalmente plural de ciertas palabras, como biblia, o bacteria (los singulares respectivos serían 'biblio' y 'bacterio'), que por así decirlo se repluralizan. Lo mismo ocurre en árabe con tuáreg, plural de targuí, que repluralizamos como los 'tuaregs'. Por la misma regla, uso talibán en singular, y en plural talibanes; o también talibán como adjetivo (represión talibán, o talibanesca).

Basta de gramática, volvamos al cine.

Basado más o menos en un hecho real, el relato entra in medias res, cuando una manifestación de mujeres cubiertas con burka en demanda de trabajo y otros derechos, es dispersada sin contemplaciones por la guardia talibán. Un personajillo inevitablemente simpático hace su aparición como introductor, verdadero coprotagonista, y en definitiva intérprete de la obra. Se trata del golfillo Espandi. Ni siquiera es su nombre, sólo su mote: 'el de la ruda'. Es como se gana la vida, agitando un sahumerio de esa planta, mientras repite una fórmula mágica, por una limosna. Retrospectivamente, su entrada se revelará premonitoria: espand en iranio es la Ruta graveolens, planta apotropaica y mágica del folclore universal, que aunque en medicina popular es una panacea, en especial cohíbe el flujo menstrual. Y de eso se trata.

Una viuda sin trabajo, con la madre a cargo y una hija de 12 años (Marina Golbahar), son tres mujeres abocadas a la miseria, pues sin hombre que las proteja no tienen derecho al trabajo, según la ortodoxia impuesta por el nuevo régimen talibán. ¡Qué desgracia, ser mujer! Si la niña se hiciese pasar por chico… La abuela conoce una conseja poética: si se logra pasar bajo el arco iris, se materializa el deseo de cambiar de sexo.

La fantasía de la abuela es disparatada, no funcionará. La heroína es chica que no se propone cambiar de rol. Se sabe de muchas jovencitas y mujeres que se han hecho pasar por hombres, con éxito. Nuestra Monja-Alférez, por ejemplo. Catalina Erauso, la marimacho aventurera donostiarra que se fugó del convento para hacerse soldado, en el siglo XVII. No será el caso de la pequeña afgana, frágil y tímida, que hasta toma un mechón de su pelo recién cortado y lo planta en un tiesto. Su aventura se anuncia un fracaso ya desde el principio, y he ahí un acierto artístico, en la tónica sincera del filme. Desde luego, a Espandi no le engaña, y hasta se permite chantajear a la madre y la hija con delatarla, cuando no le dan dinero por su sahumerio. Al final, él mismo vendrá a ser su cómplice, su hombre protector, el que la avala ante los talibanes, y el que inventa para ella el nombre masculino, Osama.

Por lo demás, la trama es, puede decirse, inexistente, lo cual ayuda al verismo. Ni trampa ni cartón. Expresivismo, que puede llegar a la foto fija. Lentitud contemplativa administrada sabiamente. Parquedad de recursos, pero el director domina el oficio y obtiene planos eficaces. Se le nota la escuela moscovita. Quiero señalar la secuencia del chiquillo tullido que cojeando malamente trata de seguir a las manifestantes enburkadas, sin que se sepa bien a dónde va ni para qué.

Estamos en los antípodas de otra película igualmente verista y sincera, pero vibrante de acción, como es Las tortugas también vuelan (2004), película iraní más irónica (ésta no lo es en absoluto), y a la vez más honda, más poética. Ambas ofrecen en común la voluntad de supervivencia en el horror, y un paradójico esperar contra toda esperanza.

Muy bien planteado el proceso de descubrimiento del sexo de Osama. ¡Con lo fácil que habría sido un examen anatómico! Por ejemplo, en la escena del baño lustral, donde el viejo mullah instruye a los jovencitos en el modo correcto de lavarse los genitales después de cada polución nocturna o diurna. Es cuando de hecho el viejo verde intuye la verdad de Osama, aunque de momento sólo lanza la especie de que es una 'ninfa', una criatura invertida. De hecho, Osama será incapaz de bajar de un árbol sin ayuda, como haría un chico. Así pues, para escarmiento será colgada en el brocal de una cisterna. En el castigo, la primera menstruación delatora le sobreviene con toda naturalidad.

La menstruación es la prueba irrefutable de la inmundicia femenina. El Corán Sagrado sigue en esto la tradición judía: «También te preguntarán sobre el menstruo. Diles que es cosa mala. Así pues, apartáos de vuestras mujeres durante el menstruo». No obstante, el casuismo ha discurrido solución para todo. Una tradición ortodoxa (aunque poco acreditada hoy, según parece) permitía el sexo anal, aplicando el varón a la mujer una compresa para evitar mancharse él mismo, cosa muy peligrosa para la salud.

Descubierta, la niña debería sufrir la pena capital. Sin embargo, el viejo mullah la rescata de la muerte, pidiendo le sea cedida como esposa. En realidad, la cuarta esclava sexual del vicioso hipócrita, que asegura la fidelidad de su harén a base de cadenas y candados. Aquí lo fácil y complaciente habría sido un gesto de rebeldía en Osama, matar al viejo abriéndole la testa con aquel candado enorme. Con todo acierto, eso no ocurre. Por el contrario, la historia se cierra en negro sobre la escena del baño purificador que se administra el polígamo, tras consumar la violación de su nueva doncellita.

Mientras disfruta de su baño caliente, el viejo feliz da gracias a Dios, porque este mundo es nada, comparado con el Paraíso, con aquella huríes siempre jóvenes, bellas, amenorreicas.

Para el buen musulmán integrista, la mujer es el ensayo fallido de hombre, el fracaso de Dios en su intento de crear al ser humano. Por lo visto, su plan original era una humanidad sólo masculina. Pero tampoco era cosa de cargar al varón con las molestias del embarazo, la lactancia y el trabajo doméstico. De ahí la mujer, ese mal necesario.

¿Tienen ellas alma? Al cabo de la película, saca uno la conclusión de que esa pregunta no interesa demasiado a los talibanes. En todo caso, si ellas tienen alma, no es de la misma especie que la viril. Si tienen alma, que les aproveche. Para el buen musulmán, lo importante es que ellas tienen cuerpo.

La violencia late en toda la película, pero apenas se nota en crudo. El director sigue el precepto horaciano para la tragedia: «Que Medea degüelle a sus hijos, pero no en escena» Eso significa 'obscenidad', lo impresentable en un tablado. Una lapidación femenina sólo se plantea, se deja adivinar la salvajada, pero se corta en el momento justo. Lo mismo la ejecución de un periodista despistado que filmó la manifestación prohibida. El pobre diablo no acaba de creerse que se lo van a cargar. Hasta que se escucha el disparo.

Sin cargar las tintas, queda al desnudo la hipocresía de un sistema seudo religioso. Todo son invocaciones a Dios, a su bondad y misericordia, amo y señor de un mundo miserable y siniestro. No se olvide que estamos en una zona de metafísica dualista, donde hay adoradores de Dios y adoradores del Diablo, dos Entes trascendentes, no tan fáciles de distinguir. Repulsivo el juez para los delitos religiosos, el vicediós que fuma recostado en un diván, mientras falla los juicios sumarísimos y preside las ejecuciones. El mismo que hace de perdonavidas, y decide la suerte de la muchacha. Adiós Osama. Figura perpleja, achinada en su rostro, los ojos levemente oblicuos, el gorro y la túnica.

Es sorprendente la transculturación arábiga impuesta a través de la religión. El buen talibán pronuncia y entona el Corán en árabe perfecto. Notable la escena de un muchacho que en la madrasa o escuela coránica se promociona porque sabe meldar las azoras como un almuédano. Todos los muchachos se aplican a imitarle, mientras se balancean sobre los ejemplares del Libro sacro. Unos coranes, se dice, que en los años 80 llegaban impresos desde Chicago, llevados por elementos de la CIA cuando, para contrarrestar la influencia de Rusia, promovieron la resistencia talibán afgana dirigida por Al-Qaida. Sí, la de Osama bin Laden.

En verdad, era una alianza de civilizaciones bastante curiosa.

lunes, 8 de junio de 2009

A vuelta con los neutrones



El jueves pasado escribí un comentario que hoy me gustaría puntualizar.

Rememorando la existencia y extinción de ARBI, aquel viejo reactor nuclear de la Escuela de Ingenieros que se nos fue, me permití expresar algún sentimiento de añoranza y melancolía.

«¿Añoranza, por un reactor nuclear?», habrá pensado alguno, enarcando las cejas y llevándose el índice a la sien como quien aprieta un tornillo. Espero, sin embargo, que los más hayan entendido otra cosa. Lo añorado en estos casos es el tiempo pasado; es nuestro Edipo-Yo cuando, todavía joven, se encontraba con la Esfinge a cada vuelta del camino.

Por lo demás, no éramos tan inconscientes y alocados como para no advertir lo mismo que hoy. Hoy sería impensable aquel emplazamiento para semejante ingenio.También antes se descuidaban cosas que hoy son de rigor; por ejemplo, fijar fecha de caducidad a las latas de conservas. Hoy se tiene, o debería tener, mucho más cuidado con lo tocante a la salud pública. Entonces eran tiempos de dictadura, con todo lo relativo a energía nuclear bajo control militar. Por cierto, si mal no recuerdo, en manos de la Marina. Por qué, no me lo pregunten.

El ARBI en pleno Gran Bilbao, en Olaveaga, cerca de la ría, no desentonaba más que, por ejemplo, el propio reactor de la Junta de Energía Nuclear en la Ciudad Universitaria de Madrid, no lejos del Manzanares. Había unas normas y controles ajustados a protocolo internacional. Sabido es que la familiaridad con el peligro puede invitar a bajar la guardia, aquí como en todas partes. La famosa secuencia de Homer Simpson seguro que es imaginaria, pero seguro también que no es de inspiración española.

Sin insinuar para nada que en la JEN se produjeran situaciones de riesgo culposo, tengo la convicción de que, en torno al reactor bilbaíno, fuera de la ocurrencia de ponerlo donde se puso, todo se llevó con rigor extremado. Eso sí, la discreción fue también grande, con cierto halo de misterio que hace sonreír al recordar que uno podía sentirse importante en su insignificancia, sólo por tener alguna relación con el ser mítico.

Relación por lo demás indirecta para la mayoría de usuarios como yo. No sé si allí se hacía investigación pura de física nuclear, cabe suponer que alguna se haría. Lo principal, sin embargo, era el ensayo aplicado. El análisis por activación con neutrones permitía identificar y medir elementos traza, en nuestro caso en muestras vegetales, para estudios de contaminación ambiental. Quiere decir que tanto la técnica como su aplicación y el proyecto en sí, en los años 60, era todo ello muy puntero, científicamente hablando.

De ahí esa añoranza y melancolía, porque éramos jóvenes; y también la pena y lástima de que no se continuara aquella línea de investigación nuclear, que hoy nos habría situado mejor para el concurso europeo.

Terminaba yo mi breve reseña bromeando sobre si la supuesta etimología nórdica de spall (esquirla, viruta), de donde viene espalación, habrá sido determinante a la hora de preferir Lund a Bilbao para el proyecto europeo de fuente de neutrones. Pues bien, debo cantar la palinodia, porque el argumento no corre. Mi amigo el profesor Jacinto Iturbe, de la Universidad del País Vasco, me recuerda que, curiosamente, ezpal o espala en vascuence significa exactamente lo mismo. ¿Casualidad? ¿préstamo normando (¡o viceversa!)? Quién sabe. El hecho es que, con esa coincidencia de por medio, lo mismo podíamos haber ganado.

El reactor ARBI de Bilbao no tuvo sucesión, y esto es lo triste. No su desaparición física, a la vez que su hermano gemelo Argos de Barcelona. Estas máquinas tienen su vida útil y su fecha de caducidad. Como las latas de conserva. O, hablando de reactores nucleares, como el de la central de Santa María de Garoña. Es todo lo que quería decir.

sábado, 6 de junio de 2009

El negro del negro



 El Vizconde de San Albano, de Vere, Marlowe, o quienquiera que haya sido el autor de los dramas de Shakespeare, se habrá refocilado en espíritu. El público no va a tener más remedio que interesarse por los verdaderos autores de las piezas literarias o retóricas que consume, casi siempre sin importarle nada quién las ideó y plasmó, confundiendo a actores y recitadores con pensadores y escritores de talento.

Que los firmantes públicos disponen de escribientes privados (los llamados 'negros'), era más que un rumor, y bien parece que la cosa viene de antiguo. De los grandes oradores, fuera de un Demóstenes, que se escribía sus discursos él mismo la víspera, con aceite de la lámpara en vez de tinta; y posiblemente también Cicerón, que incluso sabía improvisar de memoria exabruptos, como aquello del Quousque tandem; los demás caen bajo sospecha. Hasta los discursos y las encíclicas de los papas, más acá del Espíritu Santo, suelen tener presuntos coautores humanos. Una hipótesis que se confirma como regla por la excepción, cuando alguna vez se asegura que tal o cual encíclica la ha redactado el pontífice en persona.

Aburridos del guiñol político, alguna vez nos fijamos en los hilos que mueven las marionetas, y ya nos preguntamos también por los cerebros que las hacen parlantes.

El títere popularizado con el nombre de Barack Obama lo anima un equipo en la sombra (hasta ahora), dirigido con mano férrea por un tal Jon, Jonathan Favreau. Esto se sabía, pero no había trascendido al gran público. El escribidor de discursos ideal no se asoma a las candilejas ni concede entrevistas. Y desde luego, si sus piezas oratorias cosechan aplausos, éstos no son para él. Este ostracismo, por lo visto, no va con Favreau, joven ambicioso y ávido de gloria, que para saltar a la fama se ha valido de una astucia ingeniosa: mechar en un gran discurso un gran disparate. Refiriéndose al Islam como religión tolerante, cita el ejemplo de «Córdoba durante la Inquisición» (Islam has a proud tradition of tolerance. We see it in the history of Andalusia and Cordoba during the Inquisition).

El anacronismo burdo de mezclar la Córdoba musulmana con una institución católica, la Inquisición, que en España no aparece hasta después de caer la ciudad en manos cristianas, brota de la boca de Obama y da la vuelta al mundo a velocidad de satélite. Aquel mismo día, el autor del discurso (y de la trufa) cumplía 28 años.

Sé que mi teoría es extravagante, pero estoy convencido de ella, y por lo mismo debo remacharla. Se dirá que cómo iba a atreverse el escribidor del Presidente americano a meter de matute algo tan fácil de descubrir. Una patraña que, en efecto, ha sido denunciada de inmediato, y pudo haber sido descubierta incluso antes de ser pronunciada.

Pues bien, notemos con qué habilidad Jon se cubre y se descubre, adosando a continuación una vivencia personalizada del propio Obama: «Eso mismo lo vi yo de primera mano siendo niño en Indonesia, donde cristianos devotos practicaban su culto con libertad en un país de gran mayoría musulmana». Si un Barack niño vio lo que vio en Indonesia, ¿qué pudo impedirle, ya adolescente o joven en viaje de estudios, haber visitado la Andalucía islámica tolerante?

La tolerancia islámica andaluza está en entredicho histórico, sobre todo por el episodio de los mártires cordobeses bajo el emirato, en la década de los 50 del siglo IX. No entramos en lo que hubo de provocación por la parte mozárabe, bajo instigación de san Eulogio. Se ha celebrado mucho la coexistencia pacífica de musulmanes, cristianos y judíos en Al-Ándalus, sin faltar discrepantes en una discusión a menudo anacrónica y no siempre informada. El título de «Rey de las Tres Religiones» se escribió con letras de oro en cuatro idiomas en el sepulcro sevillano del rey Fernando III el Santo, precisamente el conquistador de Córdoba (1236). Título heredado probablemente de antecesores musulmanes, es dudoso hasta qué punto pueda haber ayudado al rey cristiano –más bien lo contrario– en su carrera hacia una tardía santidad, pues muerto en 1252 no fue canonizado hasta 1671.



Una vez rendido tributo de admiración a la sagacidad del 'negro' del primer Presidente negro de los Estados Unidos, quisiera romper una lanza a favor de su discurso. Criticado desde diferentes puntos de vista, hay que reconocerle solidez estructural. A mí me recuerda un poco la Suma contra Gentiles de Santo Tomás de Aquino, por su construcción escolástica. Hasta argumenta por los cinco dedos de la mano: The first issue…, the fourth… , the fifth issue… Claro que el de Aquino no simpatiza con ninguna religión que no sea la suya. Por ello, recordemos también al gran Algazel, mucho más abierto de espíritu.

No sé lo que algunos esperan de este género retórico en ocasiones semejantes. Tras una etapa como la de Bush, a cara de perro, un discurso inaugural irenista dirigido al mundo Islámico no podía ser muy diferente del pronunciado por Obama, si aspiraba a ser buen discurso. Si se invocan frases del Corán, el Talmud y la Biblia llamando a la paz, tampoco falta el argumento racional de los derechos humanos, al afirmar que los países que los aplican funcionan mejor.

«Todos nosotros compartimos este mundo, pero por breve tiempo. La cuestión es si ese tiempo lo centramos en dividirnos, o si nos implicamos en un esfuerzo significativo para encontrar un terreno común, centrarnos en el porvenir que queremos para nuestros hijos, y respetar la dignidad de todos los seres humanos.»

«Estamos de paso». Sabia obviedad, raras veces oída en discursos seglares. Se crea o no en un más allá, cada generación dura poco, y sin embargo, de ella depende en gran parte la herencia de las generaciones futuras. Una llamada así a la responsabilidad individual y colectiva, ella sola vale ya por todo un sermón laico y religioso a la vez.

Grandes palabras… Vale. ¿Pues y qué otra es la materia de que se tejen los grandes discursos? Ahora bien, volviendo a lo primero: grandes o pequeñas, ¿palabras de quién, o de quiénes? Perlas de verdad, o imitaciones vistosas: el collar, ¿a quién se lo debemos? Oro u oropel, Tutanjamón lleva máscara.

jueves, 4 de junio de 2009

El neutrón se hace el sueco




Bilbao, Vizcaya, la Comunidad Autónoma Vasca, hemos perdido el proyecto de espalar neutrones.

He ahí, por tanto, una oportunidad nada despreciable para espalar sandeces. Y como esto es muchísimo más fácil que aquello –encima, sin depender del arbitrio internacional–, pues en ello estamos.

Ni siquiera yo pienso privarme de espalar y expeler lo primero que se me ha ocurrido al saber la noticia. Que es exactamente lo mismo que se me ocurrió cuando oí hablar del proyecto y candidatura, hace unos años. ¿Pues qué se me ocurrió? Más o menos, esto: «¿Le darán a Perico Palotes el premio nacional de fin de carrera?». (Pista: P. P. dejó la suya colgada hace varios cursos.) Bueno, pues algo así hemos hecho nosotros con los neutrones. Como para que ahora nos voten por la cara bonita en un proyecto de excelencia.

Pero antes de explayar la tontería de mi invención, voy a referir otras ajenas. Y sea la primera la espalada y expelida por el Diputado general y Presidente de la Diputación de Vizcaya, Sr. Bilbao:

«Hemos quedado los últimos, como en Eurovisión» –sostiene el prócer–, porque Zapatero «no ha sabido defender los intereses de Euskadi (sic) en Europa. La labor diplomática y de presión internacional del Gobierno español ha sido una ridiculez».

Quot sententiae, tot fallaciae, señor mío. Los últimos, tanto como los últimos, no; hay quien opina que «somos los subcampeones». Y eso de 'los intereses de Euskadi'… ¿Por qué no los de José Luis Bilbao? Madrid, nuestra bicha de siempre. Esta vez diríase que hasta nos ha birlado el proyecto. En la misma sarta de despropósitos, sale inculpada Cristina Garmendia, que «se atrevió a decir que no nos convenía la transferencia de investigación, desarrollo e innovación».

Cosas de don José Luis, cuya Diputación acaba de asignar 7 millones para subvencionar, eso sí, 1.359 proyectos, a ver si los euskaldunes vizcaínos alóctonoparlantes se animan a espalar algo más en «la lengua autóctona». Que aquí, si no es a golpe de euro, el vascuence se nos va. Hombre, siete milloncejos no dan para mucho neutrón, pero sí que dan alguna idea de nuestras prioridades.

Acto seguido habría que ocuparse de Urkullu, pero no vale la pena. Al actual presidente del PNV le aplaudo más a gusto cuando espala melodías con su chistu o caramillo, que cuando se mete en análisis de política científica, y de política en general. Un botón de muestra: este señor desprecia un logro importante, como es tener aquí la sucursal o «segunda sede» del proyecto, calificándola de «taller, garaje y almacén de Suecia». Todo es relativo, don Íñigo; hay quien se da con un canto en los dientes, con eso que llama 'taller'. Lo que ya se entiende menos es eso que usted dice de «los años de trabajo tirados a la basura» por los sociatas, en el caso de la fuente de espalación. ¿Qué trabajo, y de quién? No me responda, que enseguida vamos a verlo.

Siguiendo por orden, tocaría aquí un desplante de Andoni Ortuzar, pero si el burukide del B Buru B ha espalado alguna chispa de su ingenio, no ha llegado a noticia mía.

En fin, que me he prometido largar mi sinsorgada propia sobre el particular, y no voy a defraudarme. Hela aquí, antes de que se me pase.

El próximo 17 se cumplen cuatro años desde la clausura de ARBI. A ARBI se le paró el corazón en 1974/5, y así estuvo en situación espectral hasta 2002, cuando el 14 de mayo se dio el permiso para desmantelarlo. La operación se daba por concluida a fines de 2004. Medio año después, como queda dicho, el espacio ocupado por ARBI se declaraba disponible para cualquier uso. Hoy es una feria.

A todo esto, muchos sentimos gran pena por la desaparición de ARBI. Para mí, sin haber tenido una relación lo que se dice estrecha, fue motivo de tristeza, por el recuerdo de un primer intento de tesis doctoral, que si no cuajó y hube de cambiarlo por otro, al menos dio materia para alguna publicación novedosa. Gracias por todo ello a los profesores Francisco Albisu, Antonio Martín Pérez, Conchita Elejalde y otros más, que pronto se convirtieron en amigos.

«¿Y quién, o qué diantre era ese ARBI?», preguntará impaciente alguno que me lea. Con razón. Pues, señores, para decirlo de una vez, con ARBI tuvimos aquí en pequeñito lo que ahora nos ilusionaba tener en muy grande: una fuente de neutrones. La gran diferencia entra aquella realidad que fue y este sueño que nunca será se entiende un poco, sin saber mucha física, mirando la animación de Wikipedia.

A poco de morir ARBI ocurrió también la muerte de Franco, y todo eso. Los intereses de Euskadi se volvieron inescrutables, la construcción nacional pesó más que nuestra vocación científica. La ciudad sueca de Lund, que había empezado a manejar neutrones más o menos cuando Bilbao, fue sin cesar renovando su tecnología, mientras nuestro difunto ARBI yacía insepulto y sin sucesión.

De las nuevas ilusiones, intrigas y doble juego, hasta la frustración final en una 'apuesta para perder', hable quien sabe, y respóndale quien corresponda. A mí déjenme con mi parábola de Perico Palotes y su carrera truncada. Yo mismo escribo con cierta soltura, y de joven publiqué algunos cuentecillos en la revista del colegio. Que no me hayan dado el Nobel, hiere mi vanidad a veces, cuando estoy bebido, pero no me sorprende en absoluto.

Termino recordando una anécdota sobre el ARBI de mis añoranzas. Este reactor nuclear tuvo un gemelo en Barcelona. Los dos se diseñaron en la JEN de Madrid. A la hora de bautizarlos (1960), se inventaron sendos nombres, indicativos del tipo de reactor (Argonaut Reactor) y su ubicación (Escuela de Ingenieros, Barcelona o Bilbao). Pero los acrónimos resultantes, AREIBA y AREIBI a los catalanes les sonaba a vascuence –o peor aún, al Athleti, Areibí! Areibá!–, y obviamente los repudiaron. Figúrense, los siguientes reactores AREIHIRU, AREILAU et ita porro. Nuestro reactor bilbaíno se llamó ARBI, y su gemelo se quedó con Argos (F. X. Barca Salom, Política nuclear espanyola: el cas del reactor nuclear 'Argos', págs. 39-40).

¡Ah, las lenguas propias! Todavía no asábamos, y ya pringábamos. Pues figurémonos también que el mismo sino filológico ha presidido ahora la decisión favorable a Suecia, si como dicen, espalación (de spall, esquirlas, astilladura) es de origen escandinavo. Nada más justo. Porque, además, ellos han seguido con sus neutrones, y en Lund los físicos hablan todos inglés, mientras nosotros, @d@s y embelesad@s en la inmersión lingüística, descuidamos el idioma de la ciencia internacional, y de neutrones ya sólo teorizamos –eso sí, pistonudamente. A lo peor alguien de por aquí ha ido por Europa exigiendo el reconocimiento del eusquera como lengua comunitaria. Con tales embajadores, quién sabe, hasta pensarán esos bárbaros que en Bilbao esa lengua puntúa más que la física en los concursos a plaza de espalador. Aunque, con los letreros obligatoriamente en vascuence, es como para pensarlo: «¿Y si aprieto el botón equivocado?»