lunes, 10 de enero de 2011

«Mujer, ¿por qué lloras?»


–Mujer, ¿por qué lloras?
–Porque han quitado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
Al decirlo, se vuelve ella a su espalda y ve a Jesús de pie, sin caer en cuenta que era Jesús.
Jesús le dice:
–Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?    (Juan 20: 13-15)

                                                                     
Nosotros aquí de cháchara sobre los Reyes Magos, mientras la Ciencia –Science, en inglés– daba otro paso de gigante, a los que nos tiene acostumbrados últimamente. Una zancada decisiva hacia la comprensión del secreto mejor guardado de la condición femenina.
El 6 de enero esa revista en su versión digital publicaba el trabajo de un equipo israelita, liderado por Noam Sobel, revelando que las lágrimas de mujer tiene poder refrigerante sobre el instinto sexual del varón, y aunque inodoras, podrían contener algún componente químico ignoto con función de feromona [1].

The First Con
La ocurrencia, o dicho en jerga científica, la hipótesis que dio pie al experimento, surgió a partir de los ratones, donde las lágrimas sirven de señal química entre individuos. Que las lágrimas humanas también son señales indicadoras, es cosa harto sabida sin experimentos de laboratorio. Ya en los principios del ferrocarril se dejó oír en distintas variantes este diálogo, hasta entonces inédito:

–Mujer, ¿por qué llora?
–Se me ha metido una carbonilla en el ojo, caballero.
–¿Me permite?...
–Si es usted tan amable…

Pero eran señales ópticas, o también acústicas, si la mujer se jaleaba con sollozos. Lo que nadie imaginó hasta ahora es que las lágrimas femeninas también ‘huelen’; y no deja de ser curioso, pues al mismo tiempo resulta que son inodoras.
Ante todo, ¿se trata de un trabajo serio? Depende. Los autores y la revista no van de broma, no es ninguna inocentada. El Dr. Sobel lleva un grupo de investigación en olfato, dentro del departamento de Neurobiología del Instituto Weizmann, y en este campo han desarrollado una silla de ruedas eléctrica que se gobierna ‘esnifando’ (en realidad, por la presión nasal). Una relación –se argüirá– algo remota con el bulbo olfatorio, centro de interés del grupo investigador, pero interesante y patentable.
Tampoco el experimento de las lágrimas afectaría al olfato propiamente dicho. Pero, como todo lo que se relaciona con el sexo, aquí hay gancho para el público y para la siempre reñida pesca de fondos. Buscamos en la red «lágrimas de mujer», «women’s tears» y cosas así, y he aquí que un tema tan de interés universal lo acapara Sobel.
Todo lo cuál no quiere decir que Sobel descuide sus deberes. Aquí por ejemplo, le vemos firmando un sesudo trabajo sobre electroolfatogramas (EOG), técnica de medir potenciales eléctricos semejante a la popular electroencefalografía (EEG), sólo que aplicada a las células sensoriales del epitelio olfatorio –la doble área en las fosas nasales superiores, unos 5 cm2 en total, por donde olemos–, estimulado por sustancias olorosas de verdad.

Japan strikes back
¿De qué va el hallazgo? Antes de contar el experimento, veamos su porqué.
En julio de 2010 un equipo japonés dio a conocer en Nature que la secreción lagrimal del ratón macho contiene una sustancia que estimula a la hembra (a través de una estructura cuasi olfatoria, llamada órgano de Jacobson) y la hace receptiva [2]. Manos a la obra, Sobel y colaboradores quieren saber si en humanos funciona algo parecido. Para fines de septiembre ya estaba la respuesta en poder de Science, que nos la ha traído como regalo de Reyes, el 6 de enero.
En principio, lo lógico sería remedar el experimento japonés. Es lo que haría cualquier atolondrado. El problema es que los humanos hemos perdido ese precioso órgano detector de moléculas, tan eficaz en roedores y carnívoros, reducido en nuestra especie a un vestigio evolutivo; y aun el olfato propiamente dicho lo tenemos bastante atrofiado, en beneficio de la vista sobre todo. No obstante, seguimos dependiendo del olfato también para detectar señales intersexuales emitidas con las secreciones: sudor, mocos, saliva tal vez, ¿por qué no lágrimas?
Otro problema está en las propias lágrimas humanas. Como secreción anti irritante valen lo mismo en ambos sexos, y prescindiendo del llanto común de los niños, en la edad adulta el sexo llorón por excelencia es el femenino. ‘Lágrimas de mujer’ es una expresión consagrada, que hace más prometedora en ellas la búsqueda de cualquier molécula ignota, en relación con el sexo.

The Set-up
Dicho y hecho. Como donantes de lágrima emocional se escogieron 6 mujeres de unos 30 años, de llanto fácil, capaces de llorar de encargo; las cuales provistas de sendas ampollas lacrimatorias (como la que usaba Nerón/Ustinov en Quo vadis?) visualizaron escenas fílmicas lacrimógenas y recogieron el llanto vertido, 1 ml por sesión.
Como control sucedáneo de las lágrimas se usó disolución acuosa salina (‘suero fisiológico’), y tras hacerle recorrer el mismo trayecto que las lágrimas por las mejillas femeninas (para captar la misma impronta de secreción cutánea, suciedad o cosméticos) se recogió en ampollas iguales.
Como excitante para comprobar efectos se prepararon imágenes de rostros femeninos manipuladas, combinando rasgos alegres y tristes para inducir ambigüedad emocional, de modo que el posible efecto no fuese atribuible a su atractivo o repulsión.
Como pacientes voluntarios actuaron 24 varones heterosexuales, entre 23 y 32 años. Durante el experimento, y como parte del mismo, cada uno llevó pegado debajo de la nariz, a modo de mostacho, un cuadrado de algodón empapado previamente en lágrimas no emocionales (lágrimas neutras).
1. Abierto un lacrimatorio fresco de 2 horas como mucho, o bien un control, cada paciente practicaba 10 inhalaciones nasales profundas.
2. Tras la inhalación, se le mostraban las imágenes faciales, pidiéndoles su apreciación sobre la emotividad y atractivo sexual de los mismos.
3. Antes de la inhalación y después de ella, durante la incitación visual (fase 2), se les tomaron a los pacientes medidas de los ritmos cardíaco y respiratorio, temperatura cutánea y nivel de testosterona.
4. También se les exploró la actividad diferencial del cerebro mediante resonancia magnética, empleando como estímulos visuales imágenes femeninas moderadamente eróticas.
Resultados y conclusión:
1. Ningún varón detecto diferencia alguna en el olor de las lágrimas y el agua salina.
2. Las lágrimas no influyeron en la apreciación de la tristeza de los rostros ni provocaron tristeza empática.
3. Tras inhalación nasal y olfacción de las lágrimas, los rostros parecieron sexualmente menos atractivos. Al mismo tiempo, descendieron los parámetros citados (pulso, respiración, temperatura, testosterona), señal de depresión sexual.
4. También la resonancia magnética reveló diferencias de comportamiento en las áreas cerebrales que de ordinario responden a la excitación sexual –concretamente el hipotálamo, amígdala y giro fusiforme del lóbulo temporal posterior. El olor de las lágrimas indujo depresión en la actividad de las mismas.
5. En suma, la respuesta a la inhalación olfatoria de lágrimas emocionales femeninas sugiere la presencia de algún factor químico inodoro que actuaría como feromona depresora del impulso sexual masculino.

The Round-up
¿Qué pensar? Por de pronto, se trata de un ensayo preliminar, que ha provocado el natural interés y la no menos natural rechifla de rigor en esta materia.
La comunicación intersexual tiene un código muy complejo y no bien conocido de señales codificadas visuales, acústicas y por supuesto, químicas. Un sistema originado y construido en la evolución, pero también modificado por la cultura, incluso en sus elementos más primarios, como es la interpretación del lenguaje molecular o químico.
Nuestros quimiorreceptores externos están representados mayormente por el gusto y el olfato, al que se asocia el referido órgano de Jacobson, muy desarrollado en mamíferos roedores y carnívoros, que también son grandes oledores, a diferencia de los primates, cortos de olfato y con el Jacobson perdido.
Tanto este órgano –en las especies donde funciona– como el olfato propiamente dicho van unidos al bulbo olfatorio, conectado a centros cerebrales donde se elaboran patrones de conducta instintiva.
Las lágrimas, que seguramente empezaron su historial como lubricantes de los limpiaparabrisas que son los párpados, incluyeron también sustancias antisépticas, como la lisozima, y también feromonas, como en el ratón macho. Pero los humanos tenemos en exclusiva el fenómeno del llanto, como también la risa, expresivos de emociones. Darwin les dedicó un estudio tan admirable como inconcluyente respecto a su origen y desarrollo.
La risa y el llanto tienen mucho de cultural –el llanto sobre todo–. La mujer como norma llora más que el varón («cuatro veces más», leo por ahí, no sé con qué fundamento), y lo hace más fácilmente, incluso de encargo (como las plañideras). Pero en otras épocas también los hombres lloraban mucho, sobre todo en público. El lloro de etiqueta –en latín luctus, de ahí ‘luto’– es mayormente cultural y aprendido, lo que no excluye su emotividad. Por otra parte, el llanto femenino lleva fama de ser (¿hasta cuatro veces, o más?) insincero.
En suma, sorprende que algo tan primitivo como una feromona lagrimal inodora siga funcionando precisamente en el llanto humano. Un supuesto de poco efecto en cualquier caso, pues en este dominio somos lo bastante perspicaces como para conocer los afrodisíacos habidos y por haber, reales e imaginarios, como también los depresores sexuales de alguna importancia, sin haber tenido que esperar al experimento de Sobel. Los clásicos, Eurípides, Ovidio…, no tuvieron ni idea de semejante efecto.
Y aquí termino por donde empecé. Nuestra cultura bíblica tiene mucho que ver con el llanto, pero bien poco o nada con la hipótesis de Sobel. Llanto de mujeres, varones y niños. Llanto de pena, o bien de alegría. De los pobres bienaventurados que lloran, y de los ricos condenados al infierno, que también lloran lo suyo. Lágrimas de la Virgen Dolorosa, Lágrimas de san Pedro
«Llorar como una Magdalena». La tradición identificó en una misma María a la hermana de Marta y Lázaro y a la anónima pecadora de Magdala arrepentida. Me parece ridículo imaginar que su llanto perpetuo tuvo por objeto el ‘efecto Sobel’, cuando por otra parte la tradición gnóstica heterodoxa implicaría lo contrario, por lo que respecta a sus sentimientos hacia Jesús.
La muestra de Sobel parece insuficiente, a tenor de trabajos como el de Toledano & Pfaus (2006)-  Otros van más lejos y protestan el dinero tirado. Como experimento, parece relativamente barato (por ahora), y más reprochable que hacerlo es concederle relevancia científica, pues en realidad no se ha descubierto nada.
¿O sí? Sobel relaciona su resultado con el hecho de que las mujeres lloran más durante el período. Con igual humor yo le diría que su ‘golpe’ explica también la costumbre de que las nuevas viudas se encierren en casa, en vez de ir al entierro del difunto marido. Para no espantar a eventuales pretendientes.  
________________________
1) S. Gelstein & al.: 'Human tears contain a chemosignal'. Science DOI: 10.1126/science.1198331
2) Sachiko Haga & al.: Nature, 466 (julio 2010): 118-122.

3 comentarios:

  1. ¡Que bueno, Belosti! Queda explicado científicamente lo que las mujeres llevamos experimentando toda la vida. No hay cosa más molesta para un varón que el llanto de una mujer.
    El varón, si ve a la mujer alterada, se altera todavía más, para tratar de paliar el desaguisado. Es uno de los mecanismos más desasosegantes para la pobre mujer que esconde muchas veces las lágrimas por aquello de ¡Haiga paz!

    ResponderEliminar
  2. Ah, las misteriosas armas de mujer... lágrimas innodoras.

    Yo debo ser mucho más guerrera que usted, estimada Pussy Cat, porque no escondo ni una; menos aún las producidas por el placer... de una aria por ejemplo.

    ResponderEliminar
  3. Jo, Balsera, usted siempre pensando en lo único...
    Pero lo de la Mamma morta me ha dejado hundida en la melancolía. Pasemos a esta otra canzonetta mas alegre y retrechera
    Mamma

    ResponderEliminar