lunes, 29 de noviembre de 2010

Chacolí (y 2)




Pues, como iba diciendo: El patio de mi casa antiguamente no se mojaba, porque no era patio. «¿Qué hubo aquí, señor Demetrio?», pregunté al anterior dueño. «Un lagar. En el pueblo hubo varios» Uno tras otro, han ido desapareciendo en Valdivielso, aunque algunos quedan. Éste era del siglo XVI, pero hay restos muy anteriores dispersos.

De todo eso pensaba hablar, al hilo de la diatriba sobre el chacolí, pues lo que se producía en el corazón de las Montañas de Burgos no era otra cosa. Dejando aparte el nombre, que por allí se difunde algo después que en Vascongadas, los documentos que he manejado ponen aquel vino en la misma categoría barata de los del norte de Burgos, Santander, Encartaciones –Enkarterri, que dicen ahora, como llaman también a la Ribera alavesa Arabako Errioxa, con el mismo fervor cómico de reconquista–, Mena o Ayala. Es decir, la mismísima realidad que la Real Academia registró como chacolí (1729).

Ahora se me han ido las ganas de hablar de ello. Las ganas y el humor. No hay lugar para una discusión amable y educada. El cerrilismo nacionalista vuelve por donde solía, bronco y desaforado. Su txakolina se les ha subido a la cabeza, y ojo, que aunque flojo, tuvo fama de ‘mal vino’: «borracho, y de chacolí», cosa mala. Cambiemos, pues, de registro sin perder la compostura.

Nos ayuda, como casi siempre, el amigo Horacio. Le recordaba aquí mismo hace poco, mostrando su genio para condensar arte y filosofía en píldoras coloquiales de fórmula griega. Esta vez le dejaremos que empiece por una traducción literal y casi pedestre de Alceo, el gran poeta báquico:

μηδν λλο φυτεσς πρότερον δένδρον μπέλ
Nullam, Vare, sacra vite prius severis arborem
Ningún árbol plantes, Varo, antes que la vid sagrada

Por lo visto, ese Varo, venido a más –de barbero y zapatero en Cremona, en Roma se hizo abogado y entró con buen pie en política– estrena villa en Tívoli, donde va a ser vecino de Horacio, que le da un consejo: lo primero, las uvas.

Nada plantes, nada, Varo, antes que la vid sagrada
en el labrantío Tívoli, cabe el muro de Catilo.
A los secos, los más duros recuerdos el dios evoca,
Y si algún afán remuerde, sólo bebiendo se espanta.
Tras el trago, ¿quién denuesta la milicia o la pobreza?
¿quién te olvida, padre Baco, y a ti también, Venus santa?

La oda transcurre, incisiva, en asclepiadeos mayores. Transparente, se la ve venir: «ahora va a hablar contra el exceso en la bebida, seguro.» ¡Buen ojo, sí, señor!:

Pues para que nadie exceda del beber justa medida
la riña de los Centauros y Lapitas, por el vino,
que en Tesalia acabó en guerra, un severo Baco avisa…

Pero, pero… Aquí hay gato encerrado. Vamos a ver. Asclepiadeos mayores…, Varo… Varo… ¿No es éste el Alfeno Varo al que Catulo apostrofa igualmente en asclepiadeos de a quince –una docena justa, que hacen la Oda 30–, poniéndole de vuelta y media, fementido traidor a no sé que amistades particulares que se traían?

A Horacio aquello ni le va ni le viene. Como tampoco los quidprocuós del tipo aquel con el amigo Virgilio, otro que tal: la égloga 7 de las Bucólicas virgilianas está dedicada precisamente a un Varo, entre alusiones y equívocos, llevándole al espectáculo de un Sileno durmiendo la mona crónica, sin soltar el cántaro desportillado vacío... No, no puede ser casualidad: el tal Varo se iba de la mui, porque el muy maricón alcahuete tenía además mal vino.


Centauros y lapitas eran primos hermanos que se llevaban bien, hasta que en una boda familiar a los primeros se les sube el vino a la cabeza, suscitándose una quimera que degeneró en guerra. El pretexto, como dice Horacio: «una diferencia sobre el filo de la navaja –el fas y el nefas, el bien y el mal–, a la luz del egoísmo».

Al nacionalismo vasco le encanta ese juego de pisar la raya, y siempre con intereses mal disimulados. Tal se ve ahora al PNV pidiendo al Gobierno Español que blinde en Europa los términos txakoli, chacolí, txakolin, chacolín y txakoina, para que fuere de Euskadi no puedan aplicarse a ningún otro vino. ¿Egoísmo? Mucho más que eso: «este vino blanco está vinculado al País Vasco, con su historia y sus raíces como pueblo» (Joseba Agirretxea, PNV). Vamos, que lo llevamos en la sangre, corre por nuestras venas y forma parte de «nuestros preciosos fluidos corporales» ('Dr. Srangelove').

Europa pensará, «pero estos Centauros están locos». Toda Europa acude a Europa para ampararse frente a otros estados . Sólo España lleva allá sus guerras intestinas, euskadianos contra burgaleses y cántabros, lapitas contra centauros … Vayan otros a Europa a hacer cola; nosotros, a hacer colada.

A nuestros centaurillos pottokas, a los jaunchos de los territaifas vascos, Europa acaba de darles buen revés por las vacaciones fiscales. Otra batallita que nos sale cara, y mira que estaba cantada la derrota. Pues como si nada. «No vamos a sufrir que Burgos se beneficia de nuestro esfuerzo, de lo gastado por el anterior Gobierno Vasco y las Diputaciones del PNV para convertir una purrela en vino de prestigio y calidad. Llegaremos hasta donde haga falta.»

Nadie niega que con dinero público a raudales (como se hacen aquí las cosas) se ha logrado un producto de nivel; como cuánto de alto nivel, allá los expertos. Baste al menos que se reconozca gasto público en lo que para unos será prioritario; para muchos más, no tanto, y aun habrá quien lo mire como despilfarro, pues el erario no recupera todo lo invertido en ayudas de todo género.

Tampoco atenta contra el buen hacer de los productores recordar que la enología no nace con el chacolí. Al contrario, lo mejor de ese buen hacer ha sido buen aprovecharse de la mejor tecnología actual.
Hay quien estima que el chacolí está sobre preciado y aguanta a fuerza de proteccionismo. De ahí el pavor ante la competencia, porque el tinglado se viene abajo, a poco que las cubas vecinas fermenten.

Juegan, por otro lado, las contradicciones del nacionalismo. Chacolí de Burgos, no. ¿Y qué hay de Navarra? ¿Y de la bien amada (y subvencionada) Iparralde? Si les pagamos ikastolas por su bien, también en esto podemos ayudar, por ejemplo, otorgándoles bula y dispensa, y hasta subvencionándoles, si son buenos… En serio, cualquier chacolinero francés se reiría de la pretensión prohibitiva.

«Nuestro esfuerzo, nuestro talento.» El prejuicio sabiniano del vasco laborioso y emprendedor, frente a los otros, obtusos zánganos de colmena. Y esta vez no va por los madrileños, los extremeños o andaluces. Ahora son nuestros vecinos inmediatos, de los que nos separa esa raya fina, horaciana, entre el bien y el mal: la dichosa, la asfixiante ‘muga’.

¿Pero qué digo, ‘nuestros vecinos’? ¡Nosotros mismos! Yo no sé hacer buen vino, pero como decía, en casa lo he visto hacer año tras año a mi vecino, como una querencia ancestral hacia el lagar que allí existió. Con unos cestos de uva asilvestrada obtiene un caldo blanco que, con segunda fermentación en botella, es chacolí auténtico. Con denominación de la Real Academia.

Pues bien, como bilbaíno que pago mis impuestos en Vizcaya, si un buen día en el pueblo me da por copiarle a mi vecino su vino, pregunto: ¿a quién debo pedir permiso para etiquetarlo como tal chacolí, diputado Agirretxea?

Que responda Horacio:

Cándido zorruno, amigo,
yo contigo no me meto, ni te robaré el secreto
que entre pámpanos escondes. Deja en paz la chalaparta
y el tamboril agresivo, que mueve egoísmo ciego,
esa gloria patriotera tan altiva como huera,
porque más que el vidrio claro, Varo, se te ve el plumero.

«Cándido zorruno». ‘Zorrunos’ (bassarei, de ‘zorro’, en griego) llamaban a los bacantes en los misterios dionisíacos, por algún gorro o prenda de esa piel que se ponían. Cándido zorruno, como anillo al dedo aquí, para quien confunde marca de vino y seña de identidad. «Se quieren aprovechar de nosotros, quieren explotar nuestra marca.» Perlucidior vitro!, termina esta oda, que toda ella hace literal otra metáfora también de Alceo: el vino es el espejo del hombre (de ciertos hombres, en particular):

ονος γρ νθρώποις δίοπτρον

¿Verdad que la pieza horaciana, tan anodina en primera lectura, parece una profecía? Con razón llamaron vates a los poetas.

«Iremos a Europa, y a donde sea». Pues ea, señores, tengan ustedes buen viaje. Solamente dejen de tirar con pólvora del rey, y en vez de ir de estudiosos primero y de pleiteantes ahora, páguense de su peculio unas vacaciones. Con las fiscales que nos han dado ustedes, nosotros vamos bien servidos.

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Para quienes no hayan reconocido a Flaco en mis torpes glosas en prosa y verso, aquí va el texto latino de la Oda 1, 18 (léase marcando las cesuras):

Nullam, Vare, sacra / vite prius / severis arborem
Circa mite solum / Tiburis et / moenia Catili;
Siccis omnia nam / dura deus / proposuit, neque
Mordaces aliter / diffugiunt / sollicitudines.
Quis post vina gravem / militiam / aut pauperiem crepat?
Quis non te potius, / Bacche pater, / teque decens Venus?
Ac ne quis modici / transiliat / munera Liberi,
Centaurea monet / cum Lapithis / rixa super mero
Debellata monet / Sithoniis / non levis Euhius,
Cum fas atque nefas / exiguo / fine libidinum
Discernunt avidi. / Non ego te, / candide Bassareu,
Invitum quatiam / nec variis / obsita frondibus
Sub divum rapiam. / Saeva tene / cum Berecyntio
Cornu tympana, quae / subsequitur / caecus amor sui.
Et tollens vacuum / plus nimio / Gloria verticem
Arcanique fides / prodiga per- / lucidior vitro.


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